la procesión de la Virgen de Regla, una de las más importantes del calendario religioso cubano, transcurrió bajo la atenta mirada de las autoridades del régimen, quienes, temiendo una rebelión popular, custodiaron cada paso de la salida de la Virgen a las calles de La Habana.
Durante varias décadas estas celebraciones públicas estaban prohibidas por el gobierno cubano pero ante el arribo del Papa Juan Pablo II comenzaron a permitirirse en mayor grado estas procesiones religiosas aunque sin escapar a una férrea vigilancia.