Quedará tiempo para releer la coincidencia entre música y territorio; ahora toca el inventario sobrio de daños, la restitución de servicios críticos y el apoyo a quienes lo perdieron todo en pocas horas. Cuando amaine y se abran las carreteras, esa ruta cantada volverá a ser recuerdo y pertenencia. Esta noche, sin embargo, es el trazo exacto por el que pasó un huracán mayor.
El pronóstico ya no habla de “posible” catástrofe: el NHC advierte de inundaciones repentinas graves, deslizamientos de tierra generalizados y una marejada que podría superar los 3 metros sobre el nivel del mar en la zona sur de Jamaica. Las lluvias acumuladas podrían alcanzar e incluso superar un metro en ciertas zonas montañosas del sur de Jamaica y del suroeste de Haití. En el caso del oriente cubano, aunque los valores podrían ser algo menores, se estima igualmente una lluvia de decenas de centímetros con riesgo de colapso en infraestructuras vulnerables, además de marejada de hasta 1 a 3 metros en zonas costeras.
El meteorólogo estadounidense Evan Chickvara, del canal ABC 33/40 en Birmingham (Alabama), advirtió en su cuenta de X que “Melissa está en posición de convertirse en el sistema tropical más impactante de la temporada 2025”. Según su análisis, aunque no se esperan impactos directos sobre Estados Unidos, el Caribe —y en especial Cuba, junto con Jamaica y las islas vecinas— será quien sufra el golpe más fuerte de este probable huracán mayor. Chickvara explicó que el desplazamiento lento de Melissa incrementará el riesgo de lluvias torrenciales e inundaciones antes de que el sistema gire hacia el noreste rumbo a las cercanías de Bermuda, manteniéndose a cientos de millas de la costa este estadounidense.
Más allá de la aritmética de detenidos, el trasfondo es el de siempre: apagones que en el oriente superan las 20 horas diarias, enfado acumulado y un Estado que alterna mensajes de conciliación con medidas punitivas. Si agosto ya había dejado protestas en otros puntos de Holguín, septiembre confirma la deriva.
Estos sismos recientes representan una advertencia, una prueba de que las predicciones de recurrencia sísmica pueden fallar y que la región debe estar preparada para enfrentar posibles eventos de igual o mayor magnitud. El pueblo cubano, acostumbrado a sobrellevar dificultades, enfrenta ahora el reto de reconstruir en medio de una crisis, con la esperanza de que pasen otros 80 o 90 años antes de volver a vivir una catástrofe de esta naturaleza.
Los incendios forestales masivos continúan asolando el oriente de Cuba, con más de 2.000 hectáreas de bosque, incluidas plantaciones y cultivos de café, ya...