La verdadera “smart city” cubana existe solo como artificio narrativo: una maqueta virtual sostenida por un poder que no acepta que el país está en su peor momento energético en décadas. La Habana real sigue ahí, con sus sombras, sus ruinas, su olor a cables quemados cuando vuelve la electricidad de golpe. Una ciudad que funciona por hábito, no por diseño; por resistencia, más que por planificación.
La situación energética en Cuba es tan grave, que no hay corriente ni para echar a andar las plantas que mueven el agua dentro de las ciudades. A la falta de alimentos y electricidad se suma la carencia de agua.
Con una Felton que no aguanta ni una semana sin romperse y una Guiteras que compite por el trofeo a la termoeléctrica más inestable, los cubanos solo pueden prepararse para lo inevitable: otro capítulo en la novela de apagones que no tiene final.
El reciente accidente en la central termoeléctrica Antonio Guiteras resucitó el miedo a que se desplomen las viejas chimeneas y arrasen con su entorno.
Una central eléctrica flotante de Turquía zarpó que permanecía fondeada en la bahía de Santiago de Cuba zarpó en medio de un repunte en la crisis energética.