Este caso pone en evidencia que la narrativa del Estado sobre la emigración y la solidaridad patriótica no es más que una pantalla. La realidad, una vez más, deja al descubierto su falta de humanidad y compromiso con su gente.
Aunque la acción es positiva, resalta una constante en la política exterior cubana: una reacción lenta y a veces insuficiente ante las crisis que afectan a sus ciudadanos en el extranjero.
Haití, asolado por una ola de violencia sin precedentes que ha paralizado incluso las operaciones en el aeropuerto de Puerto Príncipe, se convierte en el último escenario de una crisis humanitaria que afecta a los cubanos lejos de su tierra natal.