Sydney Sweeney está harta de que internet diseccione su cuerpo como si fuera una prueba forense. En una ronda de promoción de su nueva película, The Housemaid, la actriz de Euphoria ha salido de frente a los rumores de cirugías y retoques, combinando entrevistas formales con un momento de máxima exposición: un detector de mentiras en cámara.
En una conversación para Allure junto a su compañera de reparto Amanda Seyfried, Sweeney fue invitada a escoger un “rumor de belleza” que quisiera aclarar. No se quedó con uno: “Desmintámoslos todos”, respondió. A partir de ahí, negó haber pasado por el quirófano o por el inyectable fácil. “Nunca me he hecho nada, estoy tan asustada de las agujas que no se lo imaginan”, afirmó, insistiendo en que buena parte del mito se alimenta de comparaciones entre fotos de cuando era una niña y su imagen actual, ya adulta, con maquillaje profesional y luces pensadas para resaltar cada rasgo, recoge Fox News.
En paralelo, la actriz ha calificado como “insanas” las especulaciones sobre supuestos procedimientos faciales, dirigidas tanto a sus labios como a su mandíbula o pómulos. En declaraciones recogidas por USA Today y otros medios estadounidenses, Sweeney dijo que “todo el mundo en redes sociales está loco” por revisar fotograma a fotograma cómo cambia su rostro con el tiempo, y remató con una ironía: si de verdad se hubiera operado, “mi cara estaría completamente simétrica”, destaca por su parte AOL.
El episodio más comentado llegó con un segmento de Vanity Fair en el que Sweeney se sometió a una prueba de polígrafo mientras su coestrella Seyfried le hacía preguntas incómodas. Entre ellas, la que lleva años flotando en titulares y foros: si sus pechos son naturales. La actriz respondió que sí, que no ha tenido aumentos ni implantes, y el técnico del detector confirmó que decía la verdad. El momento, que mezcla incomodidad, humor y hartazgo, se viralizó casi de inmediato.
Más allá del morbo, Sweeney ha aprovechado este tour de aclaraciones para hablar de la presión estética en Hollywood. Recordó que, siendo adolescente, le sugirieron ponerse bótox con apenas 16 años para “arreglarse” la cara, y que esa experiencia marcó su relación con la industria y con su propia imagen. Ahora, con 28 años y una carrera consolidada, intenta darle la vuelta a la narrativa: dice que quiere que otras mujeres se sientan orgullosas de su cuerpo sin deberle explicaciones a nadie, y que los rumores hablan más de la obsesión colectiva que de su aspecto.



















