Se reportan más desapariciones dentro y fuera de Cuba; entre ellas dos jóvenes mujeres

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Las redes sociales en la isla vuelven a convertirse en el escenario principal donde familias cubanas intentan hacer lo que las instituciones del país no parecen asumir con urgencia: activar la búsqueda de sus desaparecidos. En los últimos días se han difundido nuevas alertas que involucran a dos jóvenes madres, casos distintos pero atravesados por la misma sensación de desamparo y sospecha de que algo más grave está ocurriendo dentro de Cuba.

Una de ellas es Zahily Noelis López Rodríguez, de 23 años. De acuerdo con la información compartida por La Tijera y replicada por la página NiO Reportando un Crimen, Zahily salió de su casa el 1 de octubre y, desde entonces, no ha dado ninguna señal de vida.

La familia reconoce que en otras ocasiones se había ausentado, pero siempre llamaba para saber de sus hijos. Esta vez el silencio es absoluto. Tres niños pequeños quedaron al cuidado de la abuela y preguntan cada día por una madre que no responde llamadas, no se conecta a redes y no ha sido vista por conocidos.

Los comentarios alrededor de su caso mezclan preocupación y rabia. Algunos vecinos se indignan porque la alerta se hizo pública tardíamente, otros señalan que ya es habitual minimizar la desaparición de mujeres jóvenes con frases como “ya aparecerá” o “está enredada en algo”. Entre los mensajes también asoma un temor que se repite cada vez más: la idea de que pueda existir trata de personas u otro tipo de redes criminales que se aprovechan de la falta de investigación efectiva. Varias usuarias hablan directamente de “tener que volverse detectives privadas” ante la falta de respuestas oficiales.

En La Habana se reporta un caso similar. Una página asociada al proyecto “Madres cubanas luchadoras” difundió la desaparición de Mirella, Zahily Noelis López Rodríguez una joven madre de dos hijos, uno de siete años y una bebé de apenas un año. Según su familia, el miércoles por la mañana dejó al niño en la escuela y a la pequeña en el círculo infantil, pero nunca regresó a casa. Reside en Marianao y, al momento de desaparecer, llevaba el cabello corto y teñido de rubio. Desde entonces no se sabe nada de ella.

En ambos casos, las publicaciones terminan de la misma manera: pidiendo que cualquier persona que haya visto a estas mujeres se comunique a los números de contacto que dejaron sus familiares. No hay menciones a operativos de búsqueda, ni partes oficiales, ni protocolos claros. Solo madres, hijos y vecinos tratando de armar cadenas de solidaridad para suplir el vacío de un Estado que no reconoce públicamente el problema de las desapariciones y obliga a las familias a vivir entre el miedo y la incertidumbre.

Incluso, ya fuera de Cuba, se suceden reportes que, no siempre involucran a una mujer, sino un hombre.

Así sucede en el caso de Robbier Anyello Zayas Mestre, conocido como Chocolate, un joven habanero de 27 años cuya familia lo busca desesperadamente en Guyana. Según el reporte publicado por NiO Reportando un Crimen, Robbier emigró el 29 de octubre de 2024 y, durante varios meses, vivió y trabajó con normalidad, manteniendo contacto constante con sus familiares. Pero hace semanas desapareció sin previo aviso, sin llamadas, sin mensajes, sin señales de vida.

Las últimas referencias apuntan a Georgetown, en un punto conocido como “Yotown” o un nombre similar. Algunos testigos afirman haberlo visto allí en muy malas condiciones físicas y mentales, lo que aumenta la alarma de la familia. Su madre ha difundido fotos recientes y hasta su pasaporte, pidiendo ayuda a cualquier cubano residente en Guyana que pueda reconocerlo. “Solo quiero encontrarlo y traerlo a casa. Mi hijo no merece estar solo en la calle; aquí tiene una familia que lo ama y lo espera”, dijo entre lágrimas en su denuncia.

El caso, aún en desarrollo, recuerda que la ola de desapariciones no se limita al territorio cubano ni a un solo perfil. Hombres, mujeres, jóvenes madres, migrantes en tránsito, personas vulnerables por distintas razones: todos integran un patrón creciente donde las familias, ante la ausencia de protocolos claros, deben recurrir a redes comunitarias para emprender búsquedas que deberían liderar las instituciones.

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