Salió a defender «la Patria» el 11 de Julio y gritó «Yo soy Fidel». Cuatro años después, se encuentra en Florida

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Raúl Omar Rodríguez Gracia pasó, en el transcurso de unos años, de ser rostro conocido en los pasillos universitarios de Villa Clara a convertirse en un nombre que muchas voces en el exilio piden ubicar y expulsar.

Desde su etapa como presidente de la FEU en la Universidad de Ciencias Médicas, se le identifica como uno de los cuadros más activos del aparato estudiantil que, según testimonios reunidos por comunidades de denunciantes, organizó campañas de acoso digital y actos de repudio contra estudiantes críticos y periodistas independientes.

Las acusaciones circulan con fuerza: bajo su dirección, se habría creado una brigada de “Ciberclarias” dedicada a perseguir, difamar y hostigar a quienes disienten en la esfera pública.

El 11 de julio de 2021, durante las protestas que sacudieron la isla, aparecen relatos que lo sitúan participando en episodios de represión directa. Quienes hoy reprochan su actitud recuerdan el grito que más tarde se repetiría como símbolo de una lealtad inquebrantable: “Yo soy Fidel”. De hecho, existe un video que lo prueba.

El video fue publicado por el periodista Mario J. Pentón que, además, le dedicó al joven un programa entero, junto a Luis Domínguez, miembro de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FHRC), quien ha identificado a cientos de represores cubanos que han ingresado a Estados Unidos o están en proceso de hacerlo.

Tal y como mostraron ambos en la entrevista, cuatro años después, esas mismas voces aseguran que Rodríguez Gracia abandonó Cuba y vive en Miami con perfil bajo, intentando evadir el escrutinio de las páginas y comunidades que se dedican a exponer a represores que habrían buscado refugio en Estados Unidos.

Y aunque el joven borró todo rastro de su actividad «ideológica» en las redes sociales, hubo alguien que hizo el trabajo antes. Gracias a esas manos anónimas, diversas fotos del joven comunista circulan en las redes sociales.

Ya la alerta circulaba desde su salida; sin embargo, la administración demócrata falló en la frontera, y el joven entró a territorio norteamericano.

Luego de la divulgación de la noticia, las redes sociales ardieron con comentarios que van desde llamados a denunciarlo ante las autoridades migratorias hasta pedidos de deportación inmediata.

En los hilos y reposts, los usuarios llaman hipócrita a quien habría celebrado y ejecutado prácticas de censura y hostigamiento, y preguntan con rabia si Estados Unidos debe permitir la permanencia de personas que sirvieron a la maquinaria represiva. Las reacciones son viscerales: amenazas, pedidos de justicia sumaria y propuestas de repatriación copan los comentarios, que mezclan indignación, deseo de castigo y la pulsión de exponer lo que para muchos es intolerable.

Queda, sin embargo, un margen para la duda y la investigación: muchas de las afirmaciones se basan en testimonios, archivos digitales y redes de denuncia que aún no derivan en procesos públicos o decisiones administrativas confirmadas; sobre todo porque en ninguno de los videos se le ve reprimiendo físicamente a nadie, tal y cómo sucedió con el represor Daniel Morejón, quien sí golpeó y además ofreció su testimonio como testigo del Estado, que ayudó a la condena de jóvenes que salieron a la calle a protestar el 11 de Julio en Cuba. De ambas cosas se contaba con testimonios, en video y en papel, que ayudaron a que Morejó fuese detenido, y expulsado de los Estados Unidos.

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