A Adalberto Martínez Rubier lo conocen, sobre todo, por los golpes que dio y recibió sobre un ring improvisado. Durante años practicó boxeo de forma clandestina, según relatan quienes hoy tratan de ayudarlo. Es un cubano de Pinar del Río y ahora su pelea es otra: sobrevivir solo, enfermo y en silla de ruedas, en las calles de Orlando.
Hace apenas unos días fue dado de alta de un hospital después de una operación muy delicada en el cerebro. Los médicos le encontraron coágulos y un tumor, y logró salir con vida de una cirugía que, para muchos, ya era en sí misma un milagro. Pero el alta no vino acompañada de un sistema de apoyo ni de una red familiar. Terminó en la calle, sin familia cerca, sin documentos y sin nadie que pueda hacerse cargo de su cuidado diario.
Adalberto tiene parálisis en una mano y en un pie, depende de una silla de ruedas y no puede valerse por sí mismo. En esas condiciones, dormir en la intemperie y resolver comida o higiene básica se vuelve casi imposible. Tampoco tiene pasaporte ni forma de regresar a Cuba, aun si encontrara quién pagara el viaje. Su realidad es un limbo: demasiado enfermo para sobrevivir solo y, al mismo tiempo, atrapado administrativamente.
La situación fue expuesta en redes sociales, donde se difundió un video con su testimonio y su imagen en la calle. El objetivo es sencillo y urgente: localizar a familiares, amigos o cualquier persona que lo conozca, y canalizar ayuda directa. La información de contacto para apoyarlo aparece al final del video que circula en las plataformas.
El caso vuelve a poner sobre la mesa la fragilidad con la que muchos migrantes, enfermos o sin papeles, terminan enfrentando sus peores momentos en soledad. Nadie debería salir de una sala de operaciones a una acera. Mucho menos cuando no puede ni siquiera empujar su propia silla de ruedas.



















