Nicolas Cage ni siquiera pasó el llamado «Test de la Madre». Y si las cosas con la futura suegra iban a comenzar mal desde esa primera impresión, lo mejor fue dejarlo ahí mismo.
Por esas vueltas caprichosas de la memoria hollywoodense, una historia sentimental olvidada volvió a emerger esta semana con toda la fuerza de un déjà vu noventoso.
En el programa Watch What Happens Live con Andy Cohen, Sarah Jessica Parker confirmó que tuvo un romance con Nicolas Cage durante el rodaje de Honeymoon in Vegas en 1992.
“Um, sí, salí con Nic Cage”, respondió cuando le preguntaron directamente, dejando entrever que la historia, aunque breve, fue real. Momentos antes habló de lo mucho que ama a su esposo, el actor Matthew Broderick.
La confirmación sorprendió no tanto por la pareja en sí —que en su momento podía considerarse un cruce lógico de caminos entre dos figuras en ascenso—, sino por lo efímero del vínculo. Apenas un suspiro. Un pestañazo. Dicho en buen cubano: mucho menos que un merengue en la puerta de un colegio.
Al día siguiente, Cage recogió el guante y habló del tema en una entrevista con E! News. Lo hizo con el tono entre excéntrico y melancólico que lo caracteriza. Dijo que todo se desmoronó tras una cena con la madre de Parker en el Russian Tea Room.
“Creo que no pasé el test de la madre”, explicó, y añadió que probablemente su chaqueta de cuero azul —que aún conserva— no ayudó. Tampoco ayudó, según él, el hecho de que estaba resfriado esa noche y no en su mejor forma.
El romance, que ni siquiera llegó a titular portadas en su momento, representa una de esas cápsulas emocionales que Hollywood produce en cantidades industriales: relaciones que nacen en un set de filmación, se alimentan de jornadas compartidas y desaparecen cuando el último asistente apaga la luz del estudio. En este caso, además, con la intervención de una suegra poco convencida.
Cage no guarda rencor. Contó la anécdota con humor y sin nostalgia empalagosa. Parker, por su parte, ha seguido un camino más estable: se casó con Matthew Broderick en 1997 y llevan más de dos décadas juntos. Cage, en cambio, ha atravesado una biografía amorosa más errática, con cinco matrimonios y un puñado de relaciones más en la lista.
La historia, ahora confirmada por ambas partes, no cambia nada esencial, pero ilumina un rincón curioso de la historia del cine romántico y del propio Cage: un actor que, incluso cuando habla de un noviazgo de dos cenas y un rechazo materno, logra construir una leyenda.
Pero… ¿cuánto duraron?
Bueno, no hay una cifra exacta de semanas, días, u horas confirmada por ninguno de los dos, pero por los detalles que dieron —y el tono con que hablaron— todo indica que fue una relación extremadamente breve, posiblemente de apenas unos pocos días o una semana a lo sumo.
Que el punto de quiebre haya sido una cena con la madre de Parker, y todos sabemos lo contento que se pondría uno si fuese novio(a) de un famoso(a), que lo que primero quiere hacer es presentárselo a sus padres, ello sugiere que no llegaron muy lejos como pareja antes de ese encuentro fatal en el Russian Tea Room.
La forma en que ambos se refieren al asunto —ella con una mezcla de vergüenza y risa, él con resignación casi cómica— confirma que fue algo incipiente, más una chispa mal encendida que un fuego truncado, y que no hubo daños emocionales, ni broncas con platos volando por las cabezas. Fue más bien un «dejémoslo aquí, por el bien de los dos». Siendo los dos famosos, con dinero, con carreras aseguradas, para qué complicarse: mejores pretendientes aparecerán en el camino más adelante.
Así que sí: probablemente fue un romance de menos de una semana, el tipo de historia que en Hollywood ocurre entre la lectura de guion y la primera toma. De esas que no hubo tiempo ni de asimilar; ni de tener una mascota; mucho menos hijos.
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