Iglesias, comunidades y vecinos organizan albergues improvisados, comparten neveras y se ofrecen para trasladar a personas vulnerables, mientras la diáspora sigue los partes con el corazón en un puño, y pidiéndole al puesto a dedo y sus secuaces que abran las puertas de los hoteles que están vacíos, para que los vulnerables se protejan de Melissa
El huracán Melissa, con vientos sostenidos de 280 km/h y categoría 5, acelera sobre el Caribe con rumbo a Jamaica y, después, al oriente cubano. El Centro Nacional de Huracanes advierte de condiciones “catastróficas”, un mar de leva violento y lluvias capaces de provocar inundaciones repentinas y deslizamientos. El Instituto de Meteorología de Cuba confirmó esta mañana el fortalecimiento del sistema y su peligrosidad extrema para el sur oriental del país.
Ante el avance del ciclón, la Defensa Civil declaró la fase de alarma ciclónica en seis provincias del oriente y centro–oriente, una señal de que la ventana para preparar los hogares se agota. La televisión estatal ya reconoció la categoría 5 del fenómeno, mientras los meteorólogos insisten en completar las últimas acciones de protección: asegurar techos, alejarse de zonas inundables y atender de inmediato los avisos locales.
Las cifras de evacuación dan una idea de la magnitud del operativo humanitario que se avecina. Las autoridades prevén mover a más de 650 mil personas en la región oriental y solo en Granma el plan contempla alrededor de 110 mil evacuados por la exposición de casi un centenar de zonas críticas. La suspensión de clases desde Guantánamo hasta Camagüey y el freno del transporte terrestre, aéreo y marítimo en el área completan el cuadro.
Melissa no golpeará una isla en calma. Llegará a un país tensionado por apagones, colas, carestía y servicios públicos fatigados, donde muchas familias dependen del día a día para llenar la mesa. De ahí que los llamados a evacuar “con lo imprescindible” convivan con la angustia por la comida, el agua y los medicamentos, y con el temor a perder techos erosionados por años sin mantenimiento. Al mismo tiempo, iglesias, comunidades y vecinos organizan albergues improvisados, comparten neveras y se ofrecen para trasladar a personas vulnerables, mientras la diáspora sigue los partes con el corazón en un puño, y pidiéndole al puesto a dedo y sus secuaces que abran las puertas de los hoteles que están vacíos.
Con Melissa ya definida como un huracán mayor y Jamaica bajo azote inmediato, el sureste de Cuba aguarda sus efectos más severos entre la tarde y la noche siguientes al impacto en la isla vecina, siempre pendientes de cualquier cambio de trayectoria. La recomendación, repetida por los especialistas, es simple y urgente: obedecer las indicaciones locales, evitar el riesgo y priorizar la vida.





