Desde una modesta casa en el reparto Siboney, en el municipio Playa de La Habana, Mailén Díaz Almaguer ha vuelto a hablar. Con voz serena pero firme, compartió con CNN en Español el testimonio de una vida marcada por el antes y el después del trágico accidente aéreo ocurrido en mayo de 2018, cuando el vuelo DMJ-972 se precipitó a tierra apenas minutos después de despegar del Aeropuerto José Martí rumbo a Holguín.
Mailén, que entonces tenía apenas 19 años, fue la única persona que logró sobrevivir entre los 113 ocupantes del avión. Hoy, seis años después, su cuerpo lleva las huellas imborrables de aquella tragedia: una pierna amputada, parálisis en las extremidades inferiores y más de una docena de cirugías.
“No recuerdo mucho del avión. Solo fragmentos del aeropuerto. Me desperté en el hospital, sin saber nada…”, confiesa Mailén, mientras en su mirada se adivina el peso de la experiencia vivida. Allí comenzó lo que ella describe como su “calvario”, un proceso doloroso que implicó fisioterapia, cirugías constantes y la adaptación a una nueva vida en silla de ruedas.
A pesar del dolor, Mailén encontró una brújula en su fe. Agradece profundamente a los médicos cubanos que la han acompañado desde el primer día, pero atribuye su supervivencia a un milagro: “Dios también tiene un propósito con su vida y, ya que estamos aquí, pues tenemos que seguir… y luchar hasta encontrar con ese propósito”, dijo al referirse al único sobreviviente de un accidente aéreo reciente en la India, al que quiso enviar un mensaje de aliento desde su propia vivencia.
Hoy estudia para convertirse en seminarista metodista, ha aprendido a conducir con adaptaciones especiales y sueña con salir de Cuba para continuar su tratamiento médico. Su vida diaria transcurre en la capital cubana, donde compró una vivienda con el dinero recibido por indemnización. También, según han mostrado algunas publicaciones en redes sociales, habría adquirido un automóvil.
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El vuelo que cambió su vida fue operado por Global Air para Cubana de Aviación. La investigación oficial, publicada en 2019 por el Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC), concluyó que el accidente fue causado por errores humanos, especialmente fallos en el cálculo de peso y balance de la nave.





