Dana Rode nació en Alemania en la década de 1980, fruto de una historia de amor entre una mujer germana y un joven profesor cubano que por entonces cumplía misión laboral en la RDA. Su padre, Alfredo B. Leyva, había sido enviado desde Holguín a Königsbrück como parte de los acuerdos de cooperación entre Cuba y la antigua Alemania Oriental. Allí vivió cinco años y dejó una semilla.
Crecida y ya establecida en Austria, Dana emprendió recientemente la búsqueda de ese hombre que solo conoce por referencias y una foto de cuando ella era apenas una bebé.
Para ello se valió de las redes sociales, donde un post publicado en la página “Holguín en fotos” se volvió viral en cuestión de horas. En el mensaje, Dana compartía lo poco que sabía: que su padre se llamaba Alfredo B. Leyva, que en los años ochenta vivía en Holguín y que ahora debía rondar los 60 años.
La reacción fue inmediata. En los comentarios, decenas de cubanos comenzaron a compartir el anuncio en otros grupos, a dar consejos útiles —como acudir a la Cruz Roja Internacional o al Registro Civil— y hasta a especular con pistas más concretas.
Un usuario aseguró haber conocido a un Alfredo Leyva originario de Banes durante un viaje a Hungría en 1984, y otra mujer reveló tener un primo con ese mismo nombre que había estado en Alemania en esa época y aún reside en Holguín.
Lo más inesperado llegó al final del hilo, cuando una usuaria identificada como C. Pereira da Silva, quien asegura ser la cuñada de Dana, y que escribía en el grupo a nombre de esta pues aquella no tiene Facebook ni conoce el idioma español, escribió simplemente: “Me gustaría agradecerte, acabo de encontrarlo. Mi papá”. Aunque la publicación no aclara todos los detalles, fuentes cercanas a Cuballama confirmaron que el padre sí tenía fotos de Dana de cuando era pequeña, lo cual refuerza la posibilidad de que nunca la olvidó y de que sí, ciertamente en él, pues Alfredo Leyvas hay muchos y cualquiera de ellos, a estas alturas, estaría interesado en tener una hija extranjera.
Esta historia, que aún está en desarrollo, ha tocado una fibra profunda entre cubanos dentro y fuera de la isla. En los años ochenta, muchos fueron los jóvenes enviados a países del campo socialista, y no pocos regresaron dejando atrás vínculos afectivos e hijos sin contacto. Hoy, gracias a las herramientas digitales y al empuje de mujeres como Dana, esos puentes rotos comienzan a reconstruirse. Muchos han encontrado su familia perdida así, mediante las redes sociales y mediante grupos como BUSCANDO AMIGOS Y FAMILIA, donde las incansables Raquel César y Margarita Adriana, hacen magia y maravilla encontrando personas que están «perdidas» en el oscuro y vasto mundo de la información en Internet.
“Todo hijo tiene el derecho de conocer quiénes son sus padres”, escribió una internauta. Y cuando las redes se llenan de ruido, pero también de solidaridad, a veces ese derecho encuentra el camino de regreso.
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