El actor y cineasta cubano Jorge Molina volvió a estremecer a muchos con un testimonio crudo sobre la vida en Cuba y las dudas que lo acompañan respecto a seguir en la Isla, pese al desgaste personal y profesional que enfrenta.
Como compartió desde su perfil de Facebook el periodista Michel Hernández, el realizador confesó atravesar un momento de profunda frustración ante la falta de espacios para crear, el estancamiento cultural y la sensación de que su oficio no encuentra reconocimiento en el contexto actual.
“Siempre me he preguntado qué va a pasar conmigo. No sé hacer más nada que arte. Que tu profesión no sea valorada es duro. Soy un ser humano y tengo mis caídas. Nunca he pensado matarme porque soy cobarde. Pero me deprimo con cojones y creo es normal. No ver la luz es duro. Mis hijas me preguntan por qué seguimos aquí y me dicen que estoy loco», confesó Molina.
El director explicó que sus hijas, como tantos jóvenes cubanos, han contemplado seriamente abandonar el país ante la falta de horizontes. Él, sin embargo, intenta sostenerlas y acompañarlas, aun sabiendo que el contexto pesa más que cualquier consejo. “He tratado de encaminarlas, pero la realidad va por otro lado”, señaló en el fragmento difundido por Hernández en Facebook.
Aun así, subrayó la fuerza del vínculo familiar como sostén en medio de la adversidad, recordando que en su más reciente película participaron varias personas cercanas a él: “Ellas me respetan y tenemos como familia una gran dinámica”, expresó con visible emoción.
Nacido en Santiago de Cuba en 1966, formado en el Instituto Estatal de Cine de Moscú y graduado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en 1992, Molina es una figura de culto dentro del cine independiente cubano.
Su obra —marcada por el terror, la ciencia ficción y el erotismo, territorios poco transitados en la cinematografía nacional— ha sido reiteradamente relegada de los circuitos oficiales del ICAIC, lo que ha limitado su difusión en la Isla, pero no ha impedido que se consolide como una de las voces más singulares, incómodas y persistentes del audiovisual cubano.





