Para sus seres queridos, la esperanza de hallar a este cubano desaparecido hace 25 años sigue intacta: encontrarlo, vivo o muerto, para al fin cerrar un ciclo de incertidumbre que ha marcado a varias generaciones de su familia.
Un caso que parecía enterrado por el tiempo resurgió con fuerza en las redes sociales: la familia de Santiago Iglesias Broum (o Brown), conocido como “Chaguito”, un marinero cubano originario de Amancio Rodríguez, en la provincia de Las Tunas, volvió a pedir ayuda pública para encontrarlo pues se encuentra desaparecido hace 25 años. Según relataron, este hombre salió rumbo a La Habana y nunca más regresó ni dio señales de vida. Ahora, con la circulación de sus fotos en páginas como Nio reportando un crimen, el misterio de su desaparición volvió a despertar emociones intensas, entre la esperanza de hallarlo y las críticas por la tardanza en difundir el caso.
Los comentarios en redes han revelado el choque de percepciones sobre lo sucedido.
Algunos usuarios han reprochado que, después de un cuarto de siglo, la familia decida ahora amplificar la búsqueda, mientras otros responden que no se trata de “espera”, sino de un dolor persistente que nunca encontró consuelo. Como explicó un internauta, el hecho de que no existieran internet ni plataformas de difusión en Cuba durante los noventa y buena parte de los 2000 complicó cualquier intento de encontrarlo, dejando a la familia limitada a denuncias policiales, recados y telegramas. Sin embargo, los parientes insisten en que jamás dejaron de buscarlo, aunque hasta hoy no han recibido respuestas claras de las autoridades.
Entre las reacciones también surgieron testimonios de personas que conocieron casos similares: marineros que, tras años sin contacto, fueron localizados en cárceles de Estados Unidos, indigentes que reaparecieron gracias a la Cruz Roja o migrantes que simplemente decidieron cortar todo vínculo con su pasado. La figura de Chaguito, marinero en un país donde miles de hombres pasaron largas temporadas fuera de sus hogares, alimenta la posibilidad de que haya emigrado en circunstancias desconocidas, sin descartar escenarios más sombríos.
En medio de las conjeturas, la familia pide respeto y solidaridad. Una sobrina del desaparecido aseguró en los comentarios que han vivido “25 años de angustia y desesperación” y que no tolerarán burlas ni señalamientos. Agradeció, sin embargo, a quienes han ofrecido restaurar imágenes antiguas o aportar pistas que puedan ayudar en la búsqueda. La publicación no solo expone un caso particular, sino que refleja una realidad poco visibilizada: en Cuba, la desaparición de personas rara vez obtiene cobertura mediática oficial, lo que obliga a las familias a sostener su búsqueda en el ámbito privado y ahora en el espacio digital.
Las imágenes, borrosas, fueron restauradas por la internauta Chábely Santana, quien en medio de todo ese maremagnum de dimes y diretes hizo un aporte muy útil: mejorar las fotos que suministró la familia, afín de proceder a una mejor identificación del cubano desaparecido.

La historia de Santiago Iglesias Broum ha desatado pasiones en las redes porque toca fibras profundas: la nostalgia de quienes tienen familiares perdidos, la rabia por la falta de respuestas institucionales y la fe de que la tecnología actual pueda dar luz sobre un misterio que lleva 25 años sin resolverse.
Y… no es el único caso en el que, luego de muchos años de incertidumbre, se le pide colaboración a la población para hallar a la persona desaparecida. Otro caso igual de extraño sucedió en la lejana Irlanda y ahora es que ha salido información a la luz pública. Aunque en este caso se trata de una persona que fue encontrada muerta, pero no se sabe quién es.
En el condado de Cork, el 5 de enero de 2021, trabajadores de una obra en la vía verde Midleton–Youghal hallaron restos óseos que, tras peritajes forenses, se arribó a la conclusión de que se trataba de una mujer de más de 70 años, de 1,52 m como máximo, complexión robusta y signos de artritis.
Junto a ella aparecieron prendas que sugieren que murió vestida mientras dormía o se preparaba para dormir (combinación, pantis, camisón) y unos zapatos de cuero marrón talla 2.
Los dentistas forenses añadieron un dato singular: llevaba dentadura postiza con base acrílica porosa y dientes de porcelana en el sector posterior (y acrílico en el anterior), un trabajo que habría sido realizado en torno a la década de 1960 y, probablemente, en el sector privado. Para humanizar la búsqueda, la Garda contrató a la especialista en reconstrucción facial de PennWest University, la doctora Michelle Vitali, cuyo retrato compuesto podría activar memorias dormidas en la comunidad y más allá.

Cuatro años y medio después, la policía irlandesa acaba de relanzar el llamado a la ciudadanía: el ADN ya se comparó con la base nacional sin coincidencias, se consulta a Interpol y el repaso de expedientes de desaparecidos tampoco ha dado pistas.
No descartan que haya sido una visitante, una mujer que vivía sola o alguien cuyo círculo cercano murió sin denunciar su ausencia. Por eso piden que cualquier detalle —una vecina mayor con artritis que dejó de verse, una usuaria de dentadura similar, un recuerdo asociado a la zona— sea comunicado al equipo investigador en la comisaría de Cobh (021 4908530), a la línea confidencial 1800 666 111 o en cualquier estación de la Garda. Subrayan algo esencial: esta mujer es la familia de alguien, merece nombre y sepultura digna, y a veces la pieza que falta llega de quien cree tener “solo” una corazonada.





