La Habana vuelve a estremecerse con la revelación de nuevos detalles sobre uno de los crímenes más crueles reportados en lo que va de 2025. Tres personas fueron detenidas por su presunta participación en el asesinato de Agustín Andrés Cancañón Álvarez, conocido como Papito, cuyo cuerpo apareció estrangulado y oculto dentro de un refrigerador en su vivienda de Finca Barrosa #18, cerca del Café Colón, en el municipio habanero de Diez de Octubre.
La noticia, divulgada por la página independiente “Nio reportando un crimen”, llega acompañada de testimonios familiares que dibujan un escenario todavía más aterrador: el crimen habría sido cuidadosamente planificado y ejecutado por personas cercanas a la víctima.
Según la información publicada, las autoridades habrían identificado a los tres presuntos implicados como Alexander Valdés, señalado como el autor material del estrangulamiento; Darío Gómez, hermano de una de las implicadas y presunto cómplice en la planificación, el robo posterior y la manipulación de la escena del crimen; y Damarys Gómez, esposa de Alexander y hermana de Darío, descrita como cómplice directa.
La mujer, que tenía una relación cercana con la víctima y acceso a su vivienda, habría desempeñado un rol clave en la ejecución del plan. Esta relación familiar y afectiva entre los tres sospechosos y Papito añade una dimensión especialmente dolorosa al caso, según han expresado allegados.
Nuevos testimonios aportados por miembros de la familia describen cómo se habría llevado a cabo el asesinato. Agustín fue primero maniatado usando las patas de un pantalón. Luego, presuntamente, Alexander lo estranguló con un cable grueso. Aun después de dejar de respirar, apretaron nuevamente su cuello para asegurarse de que no hubiera signos vitales.
El cuerpo fue envuelto con las mangas de una enguatada con cierre y finalmente introducido dentro del refrigerador, una maniobra que, según los testimonios, buscaba retrasar la descomposición y evitar un hallazgo temprano. Los implicados también habrían cubierto su rostro para ocultar marcas de forcejeo. Mientras todo esto ocurría, según el relato de los familiares, los tres organizaban el saqueo de la vivienda.
Tras la muerte de Agustín, los sospechosos habrían sustraído una larga lista de pertenencias: televisores, una bicicleta comprada en Italia, videojuegos, cámaras de seguridad, dinero en efectivo, ropa nueva traída del exterior, turbinas de agua, piezas nuevas del automóvil, zapatos, prendas personales y el celular de la víctima, que fue reseteado y vendido.
La familia afirma que incluso uno de los implicados fue visto días después revisando la azotea, aparentemente en busca de objetos escondidos o posibles evidencias.
Para los allegados, la crueldad del crimen no solo radica en la violencia ejercida, sino en la traición. Aseguran que Agustín ayudó económicamente a los implicados “como si fueran familia”, y presumen que el motivo del asesinato pudo estar relacionado con una deuda que no querían saldar.
Agustín estuvo desaparecido varios días antes de que su cuerpo fuera encontrado dentro del refrigerador. Según denunció un sobrino, tras el hallazgo tuvo que custodiar la escena durante horas debido a la demora de las autoridades.
El caso continúa bajo investigación, pero la comunidad exige justicia ante un hecho que ha conmocionado a todo el país.





