Bárbaro Marín en El Tarifazo: “Lo que me falta para salir a las calles son dos apagones”

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En medio del calor abrasador, refrigeradores vacíos y noches en penumbra, una frase lanzada desde la ficción encendió el sentir de toda una nación. “Lo que me falta para salir a las calles con un caldero… son dos apagones más”, dijo con furia el personaje de Bárbaro Marín en el recién estrenado teleplay El Tarifazo, pero lo que muchos vieron ahí no fue solo actuación: fue una confesión colectiva.

El actor, rostro familiar para generaciones de cubanos, no solo encarnó a un personaje harto de la miseria cotidiana, sino que pareció prestarle voz a un pueblo exhausto. En ese instante, Marín no habló desde un guion, sino desde las entrañas de una Isla agobiada por la escasez de luz, agua y esperanza.

El fragmento de su intervención se volvió viral. Facebook, que en Cuba actúa como café del barrio, noticiero y catarsis, se llenó de comentarios que no necesitaban presentación: “Lo que deberíamos hacer todos”; “Ay, si supieras que en mi municipio quitan la corriente todas las noches, estamos peor que los aborígenes”; “En Camagüey, reparto Juruquey, son 2 horas de corriente y 20 de apagón, y plaza de Méndez con los Boinas Negras por si a alguien se le ocurre expresar su inconformidad”; “Tú vives en La Habana, que casi no se va la corriente o se va menos, imagínate en el campo cómo la estamos pasando, somos los olvidados”.

Bárbaro Marín no es un improvisado. Lleva más de 30 años cultivando una carrera sólida entre las tablas, las cámaras y los aplausos. “Salir de noche”, “Nadie es perfecto”, “La otra esquina”, “Bajo el mismo sol”… su trayectoria es un espejo del audiovisual cubano. Además de actor, ha sido maestro, director teatral y cómplice de múltiples proyectos culturales dentro y fuera de Cuba.

Sin embargo, en esta ocasión, lo que ha sacudido a la opinión pública no es su versatilidad artística, sino su arrojo emocional. Acostumbrado a posturas prudentes, este giro hacia un discurso más contestatario marca un punto de inflexión. Y lo hace en el marco de un país donde cada día se estrecha más el margen para la inconformidad.

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No se trata solo de lo que dijo el personaje, sino de cuándo lo dijo. El Tarifazo, basado en la protesta universitaria contra la subida de precios de ETECSA, llega en un momento crítico: apagones diarios, alza desmedida de precios, escasez de combustible, y un deterioro general de los servicios que ha empujado incluso a las voces más mesuradas a romper el silencio. Marín, a través de su actuación, se convierte en amplificador de una rabia contenida que no distingue provincias ni sectores.

Y si bien su escena es una ficción, el aplauso que recibió no lo fue. Fue un alivio colectivo, una válvula que por unos segundos liberó la presión de un pueblo que, como el personaje, está a un par de apagones de perder la paciencia del todo.

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