¿Apareció el cubano que llevaba desaparecido 25 años? Eso le parece a todos pero la familia no lo tiene claro

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La historia de Santiago Iglesias Broum, conocido como “Chaguito”, parecía enterrada bajo un cuarto de siglo de silencio. Marinero de origen tunero, vecino del municipio Amancio Rodríguez, salió un día rumbo a La Habana y nunca más regresó. Desde entonces, su familia vivió en un limbo insoportable: sin la certeza de su muerte, sin la confirmación de su vida.

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Veinticinco años después, su nombre ha vuelto a circular, esta vez en Facebook, acompañado de imágenes borrosas y testimonios que apuntan a un hallazgo inesperado: un hombre que se hace llamar igual, deambula en situación de calle en Ovas, un pueblo a diez kilómetros de Pinar del Río.

Los primeros reportes llegaron a través de páginas de denuncia ciudadana, que han llenado el vacío de información dejado por instituciones que no investigan ni reportan oficialmente este tipo de casos. En esos mensajes, la descripción era precisa: un hombre mayor, delgado, con aspecto deteriorado, asentado desde hace un año en los alrededores del antiguo paradero del tren en Ovas.

Para quienes lo reconocieron, no había dudas de que se trataba de “Chaguito”, el marinero desaparecido. Incluso una exvecina suya, María Antonia Toranzo Batista, intervino en los comentarios para dar fe de que aquel hombre desaliñado que aparecía en las fotos era, en efecto, el mismo muchacho que ella recordaba de Amancio Rodríguez.

Con naturalidad explicó que el apodo de “Chaguito” era una forma abreviada y cariñosa de llamar a Santiago, un apócope que circulaba entre conocidos. Su observación no solo aportó verosimilitud al hallazgo, sino que además devolvió a la historia un matiz íntimo: el de la gente que convivió con él y que, después de un cuarto de siglo, aún lo reconoce en un gesto o en un rasgo de su rostro.

Una vida errante: del Mariel a Pinar del Río

Los comentarios que se sumaron a la publicación comenzaron a reconstruir una vida errante. Algunos usuarios aseguraron haber visto al mismo hombre en Playa Baracoa, en el Mariel, donde se hacía llamar, sin embargo, Alfredo. No Santiago.

Allí, según quienes convivieron con él, hablaba inglés con soltura, hacía dibujos de planos en el suelo y mantenía modales correctos, aunque era evidente su deterioro mental. Otros vecinos recordaron haberlo visto en la Víbora o en La Palma, siempre en las calles, sobreviviendo con lo que la gente le daba: un plato de comida, ropa usada, cigarros.

Esas huellas dispersas pintan el retrato de un hombre que se movía entre localidades, cambiando de nombre, pero conservando los mismos rasgos físicos y de carácter. Y explican por qué ahora tantas personas aseguran reconocerlo: porque en distintas etapas lo vieron, sin saber que detrás de ese deambulante podía estar la historia de un marinero desaparecido.

La reacción de la familia y las heridas abiertas

Para la familia de Santiago Iglesias Broum, el caso nunca se cerró. Una sobrina aseguró que han pasado “25 años de angustia y desesperación”, que nunca dejaron de buscarlo y que cada pista, por mínima que fuera, renovaba la esperanza. La irrupción de las redes en este proceso les dio una herramienta que en los años noventa y los primeros dos mil era impensable. En aquel entonces, la búsqueda dependía de denuncias en estaciones de Policía, recados transmitidos de boca en boca o telegramas que casi nunca obtenían respuesta.

Hoy, en cambio, una sola publicación basta para que cientos de personas se involucren, aporten recuerdos y teorías, y en cuestión de horas la información cruce de provincia en provincia.

Así ocurrió con “Chaguito”. El hecho de que el hombre encontrado en Ovas, se identifique con este apodo, y que varias descripciones coincidan con los datos aportados por la familia, hacen pensar que la identificación es muy probable, aunque la confirmación definitiva solo podrá llegar con un encuentro cara a cara. Y pruebas de ADN. O las huellas dactilares en su Carné de Identidad.

Un familiar suyo, identificado como Juana Adriana Pérez Iglesias, habría visto la foto de este «Chaguito» de Ovas, en otra publicación, y dijo no estar segura que fuese él y apuntó a un detalle que sí le permitiría reconocerlo: los dedos de sus manos. En la publicación hecha por Niover Licea, otra internauta, Elsa Santana, que dijo haberlo fotografiado en Santa Fé, Playa, en 2024, puso una foto de su rostro y sus manos, de cerca, pero Juana Adriana no ha dicho nada.

Niover Licea, la persona que dio a conocer este caso en las redes dijo, vía Whatsapp, que familiares de Santiago habrían viajado al municipio de Ovas, en Pinar del Río, para confirmar que el «Chaguito» de Ovas – o Alfredo como él decía se llamaba – era o no la misma persona.

El efecto dominó: otros desaparecidos

Pero el caso no se quedó en él. En los comentarios, decenas de voces comenzaron a hablar de otros familiares que llevan desaparecidos varios años.

Una mujer contó que su primo se perdió en las lomas que conducen a Perea, en Yaguajay (Sancti Spíritus), y que desde hace cuatro años no hay noticias de él. Otra relató la historia de su hermano, Yoandris Arnoldo Gamboa López, desaparecido hace 16 años, del que nunca más supieron.

Apareció también el ya famoso nombre de Dorayki, buscada por su familia en La Habana, en la barriada de Lawton, con una madre que la sigue esperando entre la desesperación y la fe, que sale a la calle todos los días con un cartel con la foto de su hija. En cada comentario se repetía el mismo patrón: la mezcla de esperanza con impotencia, la insistencia en no abandonar la búsqueda, y la necesidad de compartir la historia para que alguien, en algún lugar, reconozca a un rostro perdido.

La publicación sobre “Chaguito” se transformó, así, en un espacio colectivo de desahogo y solidaridad. Lo que comenzó como la posible resolución de un misterio de 25 años, terminó abriendo un ventanal a decenas de misterios aún sin respuesta y una pregunta: ¿qué hace la PNR en Cuba? ¿Por qué no identifican a estos deambulantes? ¿Por qué no se hace una especie de «levantamiento»? ¡Son tantos ya viviendo en las calles! ¡No pocos de ellos tienen familiares que los buscan!

Las desapariciones en Cuba rara vez llegan a la prensa oficial. No existen reportes públicos ni estadísticas transparentes. Las familias quedan solas, dependiendo de su propia capacidad para investigar, tocar puertas o ahora, en la era digital, apelar a las redes sociales. Es un fenómeno invisible, que solo sale a la superficie cuando casos como el de “Chaguito” logran romper la inercia y convocar la atención de miles.

En los comentarios abundan también las críticas: hay quienes culpan a las familias por no haber buscado con más fuerza antes, y quienes defienden que nunca dejaron de hacerlo, pero que durante décadas carecieron de herramientas de comunicación y de apoyo institucional. Entre la rabia y la compasión, todos coinciden en que nadie merece vivir un cuarto de siglo sin saber el destino de un hijo, un hermano o un padre.

¿Chaguito está vivo?

La gran pregunta sigue sin respuesta oficial. ¿Es el hombre de Ovas el mismo marinero que salió de Amancio hace 25 años y nunca volvió? Todo parece indicar que sí. Coinciden el apodo, los rasgos físicos, pero hasta que la familia pueda encontrarse con él, el caso seguirá en el terreno de las conjeturas.

Mientras tanto, lo ocurrido ya dejó una enseñanza: las redes sociales se han convertido en el último refugio de las familias cubanas que buscan a sus desaparecidos. Allí circulan fotos restauradas, testimonios de desconocidos que recuerdan un gesto, un acento, un nombre; allí se tejen solidaridades improvisadas que, a veces, logran lo que nunca hicieron las instituciones.

El hallazgo de “Chaguito” podría cerrar un ciclo de 25 años de incertidumbre. O podría convertirse en otra pista más, inconclusa, de tantas que han recorrido sus familiares. Pero incluso en la duda, su historia ya ha cumplido un papel inesperado: visibilizar que en Cuba no son uno ni dos, sino muchos los que se esfuman sin dejar rastro, y que cada caso arrastra un duelo prolongado y un país entero que prefiere no mirar.

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