Activistas cubanos se movilizan en ciudades de España, ante indolencia de las autoridades de Salud en Cuba

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Durante la pandemia de covid-19, un grupo de activistas dentro y fuera de la isla comenzó a exigir un corredor humanitario para aliviar la falta de medicamentos, insumos médicos y alimentos.

Desde Madrid, Masiel Rubio fue uno de los rostros más visibles de ese empuje, que coincidió con la irrupción del hashtag #SOSCUBA y su amplificación por artistas como Daddy Yankee y Don Omar, entre otros, lo que llevó la emergencia sanitaria cubana a la conversación global. En abril y julio de 2021, medios y crónicas recogieron tanto el reclamo del “corredor” como el eco de celebridades que impulsaron la etiqueta, empujando una ola de solidaridad y visibilidad inédita para una demanda nacida desde la sociedad civil, inédita hasta esos momentos.

La presión pública coincidió con una decisión gubernamental que alteró por primera vez la rutina aduanera cubana: la exención del pago de aranceles a la importación no comercial de alimentos, productos de aseo, medicamentos e insumos médicos llevados por viajeros.

La medida, anunciada como excepcional, fue extendiéndose con el tiempo por la persistencia de la escasez y, en 2024, el Ministerio de Finanzas y Precios volvió a prorrogar esos beneficios para equipajes acompañados y no acompañados. En 2025, nuevas notas oficiales y de prensa dieron cuenta de una extensión adicional, que mantiene abierta la vía para que familias y redes solidarias sigan entrando provisiones a la isla. Es un alivio parcial, pero un alivio humanitario al fin, muy parecido a los que el gobierno de los EE.UU. tiene sobre el embargo a la isla. Un alivio que no se ha retirado hasta hoy, precisamente por el empuje de los activistas cubanos, familias cubanas, y cubanos todos.

En ese marco florecieron iniciativas descentralizadas que operan persona a persona, como el Corredor Humanitario por Cuba que coordinan activistas desde España. El esquema es sencillo y eficaz: se buscan viajeros solidarios dispuestos a ceder espacio en sus maletas, los voluntarios cubren la logística y los costos, y la ayuda llega a receptores identificados, desde pacientes crónicos hasta médicos de policlínicos desabastecidos. Es decir: a manos de personas, no del Estado.

Masiel Rubio ha explicado en varias entrevistas que el objetivo es salvar vidas allí donde el Estado no llega, y ya en 2021–2022 reportaba toneladas de medicinas e insumos colocados en manos de redes de confianza dentro del país. Esa estructura, tejida a contrarreloj durante la pandemia, no se ha desactivado; se ha adaptado a una crisis que, lejos de remitir, se ha complejizado con brotes de enfermedades y carencias múltiples.

La escena hoy, ante la crisis epidemiológica que se vive en Cuba con brotes de virus conocidos como el dengue, Zika, Oropouche y Chikungunya, se desplaza a ciudades como Valencia y Madrid, donde se multiplican llamados prácticos.

Amalia Barrera, radicada en Valencia, colaborante líder en esa ciudad desde el 2021, convocó en su perfil de Facebook a “viajantes solidarios” y puso teléfonos de contacto para coordinar maletas que salgan hacia provincias como Matanzas; ofrece, además, cubrir gastos y centraliza listas de fármacos y material de curas.

En paralelo, hace apenas unas seis horas, Leisam Rubio difunde que, además de la escasez acumulada, Cuba lidia con un mosaico de enfermedades transmisibles que afecta de forma especial a personas mayores y niños, por lo que urge costear equipajes extra o sumar viajeros que donen espacio. No hay romanticismo en esa logística: hay rutas, comprobantes, entregas y un equipo de mujeres que se reparten tareas para que cada bolsa llegue donde debe, sin intermediaciones oficiales que enlentezcan o desvíen el flujo.

Ese músculo cívico convive con límites y riesgos. La exención arancelaria, aunque vigente y prorrogada, opera en un marco de controles aduaneros cambiantes que el propio Gobierno justifica por la lucha contra el contrabando. Especialmente en medicamentos como el Tramadol. La propia Masiel lo explicaba en días pasados en otro post, al hacer referencia a la muerte en Cuba de una abuela suya.

Ese péndulo normativo alimenta incertidumbre entre viajeros y donantes, y deja a muchas familias fuera del circuito por carecer de parientes o recursos en el exterior.

Pese a todo, la ecuación se mantiene viva porque, a falta de un sistema público capaz de garantizar lo básico, la sociedad civil cubana en la diáspora ha aprendido a suplir ausencias con coordinación, transparencia y presión pública. Si el corredor humanitario nació del desamparo, hoy es también una herramienta de rendición de cuentas que desnuda la indolencia de las autoridades de Salud y recuerda, con cada maleta, que la urgencia en Cuba no admite pausas.

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