«No quiero irme de Cuba sin bailar salsa»

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«No quiero irme de Cuba sin bailar salsa». Así le dijo una turista mexicana al periodista cubano Yosley Carrero en el malecón de La Habana. Más que un deseo de la turista, el reportaje publicado por la agencia china Xinhua, forma parte de esa mirada edulcorada que los medios internacionales acreditados en Cuba dan a la realidad cubana.

Los llamados a Xinhua y a quien no es Xinhua, con relación a cubrir la realidad en la isla, más recientemente, han sido varios. Continuados y justos.

La activista cubana Carolina Barrero, en días pasados, en una conferencia de prensa en Madrid, España, llamaba la atención sobre el hecho y recriminaba que, en un mundo donde basta con un celular para hacer noticia y cada persona se vuelve un reportero en la calle, lo que más se precisaba para cubrir la realidad cubana no eran dos y tres cámaras o un equipo de reporteros; sino deseos. D-E-S-E-O-S

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El reportaje de Xinhua forma parte de esa otra mirada «preocupada» por la realidad cubana que tienen los medios extranjeros radicados en la isla.

En otro momento de la nota, la misma entrevistada explica que visitará Varadero.

«Me voy al balneario de varadero en los próximos días,» señala la turista de modo natural, y el reportero incluye la frase en su reportaje. Un reportaje donde se hace énfasis en los retos que enfrenta Cuba, ahora, para salir a flote del problema de quedarse sin turistas extranjeros. Los últimos y únicos, los rusos, ya están saliendo del país.

El reportaje insiste en mostrar una Cuba en calma. Sin tormentas. Una Cuba donde no hay crisis. La crisis queda sugerida. Muy subliminalmente.

Al inicio del mismo, Carrero entrevista a un turista español que sustenta esa Cuba esterotipada que le interesa promover al medio.

Si la turista mexicana mencionaba a «Varadero» el «baile» y la «salsa», no menos fue «turista» fue Miguel Suárez, el ingeniero español entrevistado por el periodista cubano.

Lo muestra más que relajado, «con una camisa hawaiana y un short por debajo de la rodilla».

«El turista español disfruta de un cigarro cubano antes de ordenar en un restaurante en el Casco Antiguo de La Habana,» describe Yosley en su nota, que más adelante señala cómo el turista y su familia, escogieron a Cuba para disfrutar de una semana de vacaciones, «huyendo de la agitada vida citadina de Madrid, España.»

«La gente aquí es amable, la comida es buena y la isla es hermosa», dijo el turista.

«Esto es lo que necesitábamos para relajarnos y olvidar nuestros problemas diarios».

El periodista, repetimos, es cubano.

También es cubano Roberto Suárez, un fotógrafo oficialista que a veces emplea horas y horas en internet «combatiendo al enemigo en las redes», quien desde su página en Facebook, Cuba en Fotos, insiste en mostrar esa Cuba que miles de cubanos dejaron atrás: la Cuba de la nostalgia.

Las fotos y videos que de Cuba promueve Suárez son las fotos y videos que a él le interesa representar. Las fotos que evocan la memoria. Las que incitan al regreso. Suárez no le interesa promover otra Cuba. En su página no hay fotos de arrestos policiales idos de control; de miembros de la PNR sujetando con correas a perros que ladran amenazantes contra la población.

Suárez no cubrió las protestas del 11 de julio y tampoco tiene, en su página de Facebook, fotos de gente enganchadas en ómnibus, o paradas atestadas de personas. No hay una foto de un basurero desbordado.

Suárez ha insistido en sus «directas» en el mensaje: vengan a Cuba que aquí todo esta bien.

Un día, a Suárez se le rompió la computadora y apareció en Facebook, en un video, pidiendo dinero para repararla. Necesitaba un disco duro, una tarjeta de video y una motherboard nuevas. Otro día les habló de la bicicleta que él usaba, que no era ni siquiera de él. La mostró. Toda herrumbrosa. Se lamentó de no tener siquiera una así. Se lamentó de que, debido a eso, no podría seguir mostrando «la Cuba» que él le mostraba a sus fans. El mensaje era claro: quería que le mandaran dinero para comprarse una bicicleta.

«Yo me pregunto cómo ese chiquito sigue viviendo de la gente. Desde mis tiempos en JR se sabía que el pedía piezas para su cámara y para su computadora por Facebook. Y luego le tiraba a la gente que vivía afuera. Vaya un cara de palo,» señala desde el extranjero una ex colega suya de trabajo.

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