Presunto accidente fatal de turista estadounidense en Cuba, aún sin confirmación oficial

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Un presunto accidente fatal ocurrido en el área de la cascada del Hotel Soroa, en el municipio Candelaria de la provincia de Artemisa, ha sido reportado por la plataforma ciudadana NiO Reportando un Crimen, que sitúa el hecho en la tarde del 2 de diciembre de 2025, alrededor de las 3:00 p.m. Según ese testimonio, todavía no confirmado por fuentes oficiales ni por medios de prensa, la víctima sería un turista estadounidense residente en California, que habría caído desde el mirador situado sobre la cascada, impactando contra las rocas y falleciendo de manera inmediata. El hombre se encontraba acompañado por su hermano y otra persona, cuya relación no fue precisada.

Hasta el momento, no existe constancia pública de una nota del Ministerio de Turismo, del Grupo Cubanacán o de autoridades locales que confirme el suceso, ni se han localizado obituarios o reportes en medios estadounidenses que permitan identificar a la víctima.

La información disponible proviene exclusivamente de la denuncia difundida por NiO, basada en fuentes que no han sido identificadas con nombre y apellidos, pero que aseguran conocer los hechos de primera mano. En los comentarios a la propia publicación, la etiqueta de “noticia de último minuto” convive con advertencias de usuarios que piden cautela y recuerdan que no se conocen todos los detalles ni el lugar exacto del siniestro.

El reporte inicial apunta a deficiencias de seguridad en el mirador y en el acceso a la cascada. Se mencionan barandillas de apenas unos centímetros de altura, muy por debajo de los estándares internacionales recomendados para miradores turísticos, la ausencia de barandas en tramos del camino y una señalización considerada insuficiente para un área con desniveles, humedad y riesgo de caídas.

Según NiO, ya existían señalamientos previos a la administración del hotel y a instancias superiores, sin que se hubiesen ejecutado las reparaciones. Esa versión encuentra eco en varios comentarios que afirman que “siempre ha estado así” y que el lugar “es un peligro”, mientras otros recuerdan que Soroa fue durante años un enclave bien conservado que ha ido deteriorándose junto con el resto del país.

Más allá del hecho, fortuito o no, ocurrido o no, en la sección de comentarios se dibuja un mapa de percepciones sobre el estado del sitio y, en general, sobre el deterioro de la infraestructura turística, que indican que «si no sucedió es probable que algún día suceda», y esto es lo peligroso. Algunos usuarios aseguran haber visitado el mirador en los últimos años y califican de “muy bajitas” las barandas, o directamente mencionan que no vieron protección alguna en el borde.

Otros amplían el foco y hablan de escuelas, cines y hospitales “a medio reparar”, de recursos desviados y de una cultura de la negligencia en la que solo se actúa después de una tragedia. Hay también quien defiende que Soroa “se mantiene bastante bien” y atribuye parte de la responsabilidad a la necesidad de extremar el cuidado personal en zonas de montaña, aunque admite que elevar la altura de los muros y reforzar la seguridad sería imprescindible.

Entre las reacciones aparece la preocupación por las posibles consecuencias legales y de imagen para el sector turístico. Algunos usuarios sugieren que el caso podría derivar en reclamaciones o demandas, mientras otros se muestran escépticos y recuerdan que en Cuba casi nunca se habla de indemnizaciones a víctimas o familiares. También circula, mencionada por una comentarista, la idea de que se intente atribuir el desenlace a un infarto previo a la caída, lo que desplazaría el foco del estado del lugar hacia la condición de salud del turista.

Aunque nada de lo ocurrido en Soroa ha podido ser confirmado de manera independiente, las fallas de seguridad descritas por las fuentes no resultan ajenas a la historia reciente del turismo cubano. Este redactor conoció de cerca, en el año 2000, el caso de una turista del Reino Unido que sufrió una caída —no fatal, pero sí grave— en una ducha de playa del entonces Hotel Pelícano, en Cayo Largo del Sur. Las losas colocadas en aquella área, pese a advertencias previas, no eran antideslizantes. El accidente le produjo múltiples fracturas, varias operaciones y gastos médicos que ascendieron a cientos de miles de dólares. A pesar de que el problema había sido reportado con antelación, las losas fueron cambiadas apenas dos horas después del incidente, un gesto que buscaba adelantarse a una eventual reclamación por daños. De hecho, cuando la familia, tras el susto inicial y trasladado de la accidentada a la Clínica Internacional, regresó al lugar de los hechos para fotografiar la ducha, ya allí se encontraban «los Robertos» (dos trabajadores de Mantenimiento) cambiando las losas.

Según supo este cronista, la cadena Gran Caribe instruyó entonces a trabajadores —todos militantes del Partido Comunista— para que declararan que la mujer se encontraba ebria, una estrategia destinada a reducir cualquier responsabilidad institucional. La turista viajaba con la agencia británica Kuoni. No existen hoy registros públicos en internet que documenten ese caso, algo comprensible dado el año en que ocurrió y el manejo interno de muchos accidentes en instalaciones hoteleras de la época. Aun así, la experiencia ilustra la persistencia de deficiencias de seguridad que, como ahora en Soroa, pueden derivar en tragedias o en intentos de encubrir responsabilidades.

En este otro caso, ante la ausencia de una versión institucional y de datos verificables sobre la identidad del fallecido, el incidente permanece en el terreno de la denuncia ciudadana. El caso pone de nuevo sobre la mesa la necesidad de transparencia cuando se producen hechos en los que pueden confluir responsabilidades administrativas, laborales y de seguridad, tanto para visitantes extranjeros como para la población cubana que sigue frecuentando estos espacios.

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