Florida vuelve a ser escenario de un curioso desfile de cubanos detenidos por causas diversas, entre delitos menores, órdenes de arresto pendientes y prontuarios que parecen guiones de telenovela policial. Entre los más recientes nombres que han pasado por las cárceles del estado, dos llaman especialmente la atención: Luis Ángel Gil Castillo, un cienfueguero de bajo perfil y vida sencilla, honesto y trabajador; y Osmany Luis Duarte Bello, cuyo historial judicial podría competir con las travesías de Marco Polo… pero sin la gloria de Oriente.
Luis Ángel Gil Castillo, de 38 años, fue arrestado el 5 de agosto de 2025 a las 12:55 del mediodía, acusado de no comparecer ante el tribunal por un delito menor. La falta parece menor, pero bastó para dejarlo tras las rejas.
Natural de Cienfuegos, Gil Castillo vivía en un edificio en la intersección de la Avenida 5 de Septiembre y la calle Holguín, donde se ganaba la vida como zapatero, oficio que lo mantenía a flote en la economía sumergida de la isla. Su arresto, sin embargo, lo saca del anonimato y lo coloca en el radar de las autoridades floridanas.
Su caso, aunque sin mayores complicaciones, es un ejemplo de cómo incluso un traspié procesal puede convertirse en un laberinto legal para los migrantes.


Pero si Gil Castillo representa la historia del cubano común atrapado en los engranajes del sistema, Osmany Luis Duarte Bello encarna un relato mucho más enrevesado, digno de archivo judicial y crónica de sucesos. A sus 47 años, Duarte Bello ha acumulado un historial que abarca varios estados y una lista de cargos que bien podrían llenar varias páginas.
Su última detención ocurrió el 7 de agosto de 2025, cuando fue ingresado en la cárcel del condado en Naples, Florida, bajo custodia por orden judicial y a la espera de traslado por requerimientos de otras agencias. Tiene una audiencia programada para el 12 de agosto, pero su expediente está lejos de cerrarse: tiene un HOLD para ser transferido a otra agencia, aunque no explica que sea para ICE.

Ya en enero de 2023, en el Condado de Collier, también en la Florida, había sido arrestado por conducir bajo los efectos del alcohol y causar daños a la propiedad. En febrero de 2025 volvió a ser detenido, esta vez por violaciones relacionadas con su licencia de conducir y otro incidente de DUI con daños a terceros, pero en el condado de Lee, donde se encuentra ahora.


Pero su currículum judicial se extiende más allá de las fronteras de Florida. En Texas, específicamente en los condados de Wise y Denton, fue arrestado por abuso de tarjetas de crédito y posesión de sustancias controladas, con registros que datan de 2012 y 2015. En esos documentos aparecen múltiples alias, direcciones en Miami, y un patrón de reincidencia que sugiere más que simples errores de juventud.


Mientras tanto, otro cubano, Carlos Luis Cabrera, de 65 años, fue detenido en Cape Coral por exposición indecente, aunque logró salir en libertad tras pagar una fianza de 2,500 dólares.

Su caso, sin embargo, aunque más escandaloso por el tipo de cargo, palidece ante la complejidad del expediente de Duarte Bello, cuyas idas y venidas por el sistema judicial parecen no tener fin.
Estos arrestos no reflejan una ola de criminalidad cubana, sino más bien una radiografía del exilio en su versión más humana y contradictoria: desde el obrero que tropieza con la ley por una citación ignorada, hasta el individuo con una vida marcada por decisiones dudosas, identidades múltiples y un prontuario que se alarga con los años. La Florida, como punto de destino, es también escenario de estas historias que se cruzan en las fichas de arresto, recordándonos que el sueño americano, para algunos, se vive entre audiencias, traslados y mugshots.
Y en el centro de todo, Osmany Luis Duarte Bello, que si no ha viajado por todo el mundo, al menos ha paseado por buena parte del sistema judicial estadounidense.





