Piden ayuda para María Victoria Oliver Luis, una profesora de arte retirada en Matanzas

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Desde Matanzas, una voz desgarrada resuena en redes sociales: la de María Victoria Oliver Luis, profesora retirada de arte, quien lo ha perdido prácticamente todo tras el derrumbe del techo de su cocina. El testimonio, compartido en Facebook, ha encendido un llamado urgente a la solidaridad en medio del abandono, la miseria y la crudeza de la llamada “policrisis” que azota a Cuba.

“Se me cayó literalmente el techo de la cocina, está en peligro de derrumbe, se rompió el refrigerador, la lavadora, el freezer y la cocina de gas; pero estoy viva, gracias a Dios”, escribió Oliver Luis, con una mezcla de alivio y resignación en su perfil de Facebook. Su relato no es solo la crónica de un accidente doméstico, sino una fotografía nítida de la vulnerabilidad en que viven miles de jubilados en la isla, en especial las mujeres solas, con pensiones que apenas alcanzan para sobrevivir.

María Victoria no tiene electricidad ni agua corriente, come al día con lo que puede conseguir, y sobrevive gracias a los medicamentos que exalumnos y amigos le hacen llegar, porque en la farmacia, dice, “no hay nada”. El retiro que recibe no le alcanza, y para subsistir debe aceptar contratos mal remunerados. Tras el derrumbe, volvió al punto cero: “Me quedo sin nada, porque bien saben las mujeres que sin cocina no somos nadie. Pido a Dios piedad”.

La denuncia fue amplificada por Amarilys Ribot, quien pidió apoyo para la profesora, y compartió su número telefónico para quienes puedan ayudarla directamente: 52478068. En los comentarios de la publicación original compartida por el periodista Alberto Arego en Facebook, antiguos alumnos, colegas y ciudadanos comunes expresaron dolor e impotencia. “Tantos años de lucha… dimos lo mejor de nuestras vidas. Que Dios toque corazones”, escribió una usuaria. “Estamos muy, pero que muy mal”, comentó otro.

La intelectual Alina Bárbara López Hernández también se sumó a la campaña de ayuda.

Una historia similar

En 2024, una historia de gratitud y justicia emocional conmovió a muchos cubanos dentro y fuera del país. El protagonista fue Fermín Évora, un profesor jubilado del IPVCE de Ciego de Ávila, quien recibió un inesperado regalo de vida: una casa nueva, comprada por sus exalumnos.

Durante décadas, Fermín formó a generaciones de estudiantes, muchos de los cuales hoy viven en el exilio. Fueron precisamente ellos quienes, al enterarse de su precaria situación habitacional, decidieron organizarse y devolverle, en forma de hogar, algo del afecto y los valores que él les inculcó.

La campaña de ayuda se gestó en redes sociales y grupos privados de mensajería, donde exalumnos compartieron recuerdos, fotos antiguas y palabras de admiración. Con aportes que llegaron desde Estados Unidos, Europa y también desde Cuba, lograron recaudar unos 5 000 dólares, suficientes para adquirir una vivienda modesta pero segura y funcional. Más allá del valor económico, el gesto fue un reconocimiento a la entrega silenciosa de un maestro que nunca pidió nada a cambio.

El caso de Fermín Évora fue ampliamente compartido en medios independientes, que lo destacaron como un símbolo de reencuentro generacional y como ejemplo de que la memoria agradecida puede transformar realidades concretas.

Su historia sirve también para poner en perspectiva otras vidas de educadores en la isla, como la de María Victoria Oliver Luis en Matanzas, quien hoy clama por ayuda entre los escombros de su cocina. En ambos casos, el respeto por el magisterio resiste la crisis.

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