Toda condena penal debiera descansar en una investigación exhaustiva y en pruebas sólidas, valoradas en juicio con garantías para la defensa. Cuando la cronología no cuadra, cuando los testigos clave no son escuchados, cuando los indicios materiales no resisten peritaje, cuando asoman presiones y contradicciones, el único camino compatible con la justicia es la revisión del caso. Eso piden las familias de Leinier Ramos Martell y Junior Quesada del Valle: que se mire de nuevo, con lupa, sin prejuicios ni urgencias por cerrar expedientes; que se escuche a quienes no fueron oídos; que se rehagan las diligencias necesarias; que, si hay culpables, se demuestre; y si no los hay, se repare el daño cuanto antes.
La reforma legal en curso podría extender este nuevo enfoque a nivel estatal, atendiendo a la presión acumulada en comunidades como Cataluña, Andalucía o Valencia donde la ocupación ilegal continúa en aumento.
Esta resolución ha generado reacciones mixtas. Mientras que la administración Trump la considera una victoria para sus políticas de inmigración, defensores de los derechos de los inmigrantes expresan preocupación por el uso de una ley antigua para justificar deportaciones rápidas sin el debido proceso. Además, familiares de los deportados han cuestionado las acusaciones de vínculos con bandas criminales, argumentando que muchos de los deportados no tienen antecedentes penales ni conexiones con grupos delictivos.