Nada de lo que pueda decir el oficialismo sobre cargamentos de ayuda logran borrar el contraste entre los anuncios y escenas como estas: una madre en Holguín pidiendo solo comida para cuatro niños, una anciana tirada sobre un amasijo que debería ser un colchón, comunidades enteras aún esperando algo tan básico como una cama y un techo seco.
Memeño tiene nombre, edad, historia y hambre. El post que lo visibiliza no resuelve el problema, pero lo pone en agenda. A partir de ahí, la pelota rebota entre vecinos, iglesias, colectivos, autoridades locales y quien pueda articular la ayuda real: techo, comida, tratamiento —si lo requiere— y, sobre todo, dignidad.
La historia de Armando no solo emocionó a los usuarios de redes sociales sino que también resaltó la capacidad de los encuentros humanos para generar conexiones profundas, revelando historias que, de otro modo, permanecerían ocultas
La propaganda gubernamental prometía que “nadie quedaría desamparado” en el nuevo escenario pero al poco tiempo la realidad demostró todo lo contrario.