El destino de Alfredo González —detenido y acusado tras buscar respuestas por su hijo— se perfila como un espejo de las tensiones actuales en Cuba. Su persecución judicial, junto con la solidaridad de figuras públicas como López Hernández, convierte su historia en un símbolo de resistencia y exigencia de transparencia.
Estas declaraciones ponen de manifiesto la imperiosa necesidad de una mayor transparencia y responsabilidad por parte de las autoridades cubanas en la gestión de sus recursos humanos y materiales, especialmente en contextos donde la vida de jóvenes soldados está en juego.
Desde la falta de preparación de los reclutas hasta la ausencia de respuestas claras, el incidente pone en evidencia la necesidad de reformas profundas. Mientras tanto, las familias de los desaparecidos siguen esperando justicia y respuestas, en medio de un silencio que solo agrava su dolor.