Alexis Díaz de Villegas era un punto de tensión y flexión de la realidad donde quiera que se colocara, más allá de la jerarquía dramática del personaje que interpretara. Era un ser de la intensidad, un ser de la explosión y la expansión. Su halo colmaba cada recoveco de las salas donde se presentara. Las luces del escenario apenas complementaban su luz propia.