La solución real no está en las cáscaras, está en el presupuesto, en la ciencia, en el control vectorial, en la transparencia, en el abasto. Movilizar fumigación constante, revisar aguas, eliminar criaderos, formar comunidad. Todo lo que nunca va incluido cuando el discurso oficial propone aromatizar el humo.
La pregunta con que empieza el artículo publicado en el diario oficialista de Cienfuegos, 5 de Septiembre, no deja lugar a dudas sobre lo que sigue a continuación. Una increíble historia que sugiere que Estados Unidos ingresó el virus del Chikungunya en Cuba para acabar con el poco turismo que existe en el país y en general con la sociedad cubana.
Según los mensajes difundidos por vecinos y familiares, el menor —alumno de 8vo grado— se descompensó en horario de clases, presentó convulsiones y fue trasladado de urgencia al policlínico Andrés Ortiz, donde sufrió un paro y falleció. La identidad del niño no ha sido divulgada públicamente; quienes lo conocían lo ubican como residente del reparto La Lima, a pocas cuadras del centro escolar.
“No hay muertos, porque los muertos solo le duelen a quienes los pierden”, escribe, con amarga ironía, desmintiendo así las declaraciones del Ministro de Salud Pública, y las de las máximas autoridades del Partido Comunista de Cuba y el Gobierno en la provincia, recogidas como papagayo oficialista amaestrado por el Periódico Girón.
Sin aventurar diagnósticos, los testimonios apuntan a un cuadro compatible con enfermedades transmitidas por mosquitos y cuadros gastrointestinales asociados a agua no segura. En contextos así, las recomendaciones comunitarias básicas son: eliminar criaderos (vaciar recipientes y charcos en patios y azoteas), usar repelente y mosquiteros, potabilizar el agua (hervirla cuando sea posible) y buscar atención médica ante fiebre sostenida, vómitos persistentes, decaimiento extremo o signos de deshidratación, especialmente en niños y embarazadas. Vecinos de Matanzas insisten en hidratarse y evitar automedicarse cuando se sospeche dengue, a falta de indicación profesional.
La medida responde sobre todo al aumento de la presencia del dengue, el chikungunya y, en menor medida, el oropouche, todas arbovirosis transmitidas por el mosquito Aedes aegypti.
En un contexto donde la población ha perdido la fe en el gobierno, las palabras de Díaz-Canel se perciben como más verborrea, una especie de consuelo artificial que no tiene relación con la realidad. Mientras el mandatario sigue insistiendo en la “resiliencia” del pueblo cubano, la gente sigue esperando respuestas reales y soluciones efectivas a problemas que no cesan de empeorar.
Eliminar los criaderos de mosquitos y a mejorar el saneamiento del entorno resulta insuficiente no solo en las provincias más afectadas con el Oropouche que son, Pinar del Río, Artemisa, La Habana, Sancti Spíritus y el municipio especial Isla de la Juventud. No, en un país donde la falta de agua potable es sistemática y compleja, a la que se suma la escasez de productos de higiene, cualquier esfuerzo de prevención resulta extremadamente complicado; cuando menos, imposible de realizar.
La oferta del ministro de Salud a la OPS y a los países de la región de compartir la "experiencia cubana" en la producción de medicamentos no solo es irónica, sino casi insultante para aquellos que conocen la verdadera situación en la Isla. Es un triste recordatorio de que, en la Cuba actual, las palabras del gobierno tienen poco que ver con la realidad.
El futuro de la salud pública en Cuba parece incierto, y la capacidad del país para manejar esta crisis dependerá en gran medida de la implementación de medidas urgentes y efectivas. Sin un cambio significativo en la gestión de los recursos y la atención médica, el riesgo de que la situación epidemiológica en la isla se deteriore aún más es alarmantemente alto.