Ya no hay cámaras ni libretos. Solo una calle de Gibara, dos actrices entrañables y una fotografía que hizo vibrar la memoria colectiva de toda una generación. Así fue el inesperado reencuentro de Verena y Lala, casi tres décadas después de “Tierra Brava”.
Quienes vivieron los años finales de los noventa en Cuba difícilmente olvidan las noches frente al televisor, esperando el próximo capítulo de “Tierra Brava”. Era más que una novela: era un fenómeno. Las pasiones, los conflictos, y sobre todo, la inolvidable rivalidad entre Lala y Verena Contreras, interpretadas por Luisa María Jiménez y Jacqueline Arenal, marcaron un antes y un después en la ficción nacional.
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Casi treinta años después, esos dos rostros volvieron a encontrarse. Esta vez no fue bajo las luces del set, sino en un contexto mucho más íntimo y genuino: el Festival Internacional de Cine Pobre de Gibara, un espacio dedicado a la creación independiente que, sin saberlo, se convirtió en escenario de un reencuentro que tocó fibras profundas.
“Encuentro con Verena en el Festival de Cine Pobre de Gibara, que nos dio la bienvenida con los brazos abiertos. ¡Muy agradecidas!”, escribió Luisa María Jiménez en su cuenta de Instagram, junto a una imagen donde ambas aparecen sonrientes, abrazadas, en plena calle. Bastaron esas líneas y esa foto para que las redes se desbordaran de nostalgia.
Las reacciones no tardaron. Comentarios llenos de cariño, emojis con lágrimas y frases como “¡Qué par de actrices!” poblaron la publicación. La audiencia, aún conmovida por aquella historia de amores imposibles y traiciones memorables, sintió que el tiempo se había detenido por un instante.
Jacqueline Arenal, de 57 años, ha sabido construir una carrera sólida que abarca teatro, cine y televisión, tanto dentro como fuera de la Isla. Con su intensidad interpretativa y su carisma indiscutible, se ha consolidado como una de las grandes actrices cubanas contemporáneas.
Por su parte, Luisa María Jiménez, de 63 años, ya era una figura adorada cuando encarnó a Lala. Su papel como la carismática Tojosa en “Sol de Batey” (1985) la catapultó al corazón del público. Desde entonces, su nombre es sinónimo de talento y presencia escénica.
