Oferta en Granada dando «pico y pala» y «haciendo mezcla con cemento», provoca alud de solicitudes entre cubanos

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Una vacante de las de toda la vida —peón de obra y carpintero de obra, con pico, pala y mezcla de cemento— ha encendido los chats cubanos, al enterarse miles de ellos que están necesitándolos en Granada.

No se trata de la ciudad andaluza, esa ciudad llena de historia y de arte, con su Alcázar, sino de la isla de Granada, cuya embajada en La Habana anunció un reclutamiento con incorporación inmediata y condiciones que, vistas desde Cuba, suenan a salvavidas: contrato por un año, alojamiento y transporte cubiertos, trámites y permisos pagados, e incluso boletos de ida y vuelta. El salario: 200 dólares semanales. Con el sueldo promedio en Cuba rondando los 16 dólares al mes, no extraña que la sede consular admitiera que no da abasto para responder a los interesados, y que sus líneas de teléfono están colapsadas.

La escueta oferta de “peón de obra” en Granada corrió como pólvora por chats y grupos de migrantes y a muchos les recordó el chiste del cubano que va en un avión cuando le dicen que el avión se va a caer y este grita: «¡No importa! ¡Dónde sea! ¡Yo me las arreglo!»

El anuncio prometía incorporación inmediata también para tareas básicas (se supone): cargar materiales, acopios, limpieza de obra, ayudar en el encofrado y preparar morteros. Nada glamuroso; precisamente por eso, creíble. En cuestión de horas, el buzón del ofertante quedó atestado de mensajes, la mayoría firmados por cubanos dentro de la isla. La Embajada granadina afirmó que la empresa que realizó la convocatoria se llama Dre Construction.

El anuncio, difundido por Instagram de la embajada, pide nociones de inglés y disponibilidad anual, señala 14ymedio.com. Para albañiles, se valora experiencia en acabados, levantamiento de muros y columnas, aislamiento e impermeabilización; para carpinteros, fabricación y montaje de estructuras, puertas, ventanas y techos. Las entrevistas se realizan durante una semana en la sede diplomática (Quinta Avenida 2006, entre 20 y 22, Miramar). En resumen: trabajo físico, pero con condiciones claras y un calendario concreto, justo lo que escasea dentro de la Isla. Los interesados en las ofertas deben enviar su currículum al correo electrónico [email protected] o comunicarse por teléfono al +53 7 2046764 / 7 2048890, de lunes a viernes entre 9:00 a. m. y 3:00 p. m.

La ironía de ir a construir fuera

La ironía no se escapa a nadie: en un país donde el cubano promedio no consigue “construir” ni el sueño de una casa propia, envía a su gente a construir fuera. Y si el destino suena exótico, el impulso es muy real: salir a ganarse un salario que permite ahorrar, con un techo garantizado y un pasaje de regreso asegurado.

No es glamour, es aritmética. Y también memoria: Granada no es un territorio ajeno a los cubanos; ya en los 80 hubo “brigadas” trabajando en obras civiles cuando la isla caribeña saltó a los titulares por la invasión de los marines estadounidenses en 1983, y por el hecho – aún no juzgado por la historia como corresponde – de que Fidel Castro mandó a esos constructores sin formación militar a resistir, con un AKM, si acaso, a la 82 División Aerotransportada. ¡Una auténtica locura! Un hecho que terminó con Castro recibiendo a pie de la escalerilla del avión al encargado de aquella «hazaña»: el coronel Tortólo. Lo recibieron con toda la fanfarria de un héroe, agitando banderitas, con la banda militar del ejército sonando en el fondo, para 24 horas después recibir los primeros reportes: Tortoló no había resistido. Había salido huyendo y abandonando a su suerte, a decenas de cubanos. Hoy, cuatro décadas después, la conexión reaparece, pero en clave laboral y con cola de solicitantes en Miramar.

Para los aspirantes, el checklist es simple: zapatos de seguridad y ganas de trabajar… y, esta vez, algo de inglés. Para la embajada, la otra ecuación: seleccionar entre miles y movilizar cuadrillas que lleguen con casco puesto. Y para Cuba, la paradoja de siempre: cuando no se puede levantar una pared en casa, toca levantarla en otra parte. Antes de coger la pala, eso sí, conviene que cada candidato confirme por escrito contrato, alta y condiciones. Que el cemento cuaje en la obra… y también en los derechos del trabajador.

Más allá del “contrato por un año” y los 200 “dólares” semanales, la pregunta clave es: ¿quién paga y cómo? La experiencia con las “misiones” de médicos cubanos deja aquí también sus lecciones amargas: intermediación estatal, retención de pasaportes, deducciones opacas y salarios que nunca llegan íntegros al trabajador. Antes de empuñar la pala conviene despejar dudas básicas: ¿el contrato lo firma una empresa de Granada o un intermediario radicado en Cuba? ¿La nómina se deposita en una cuenta personal del trabajador o pasa por terceros? ¿El “alojamiento y transporte incluidos” son realmente gratuitos o se descuentan luego del sueldo? ¿Hay penalizaciones por terminar antes el vínculo, cláusulas de “no abandono” o retención de documentos?

La escena tiene algo de crónica de época: una carretilla de cemento convertida en pasaporte emocional. En la Granada de las grúas, los cubanos —y otros muchos latinoamericanos— están dispuestos a empuñar la pala para levantar paredes ajenas. Y, con un punto de sorna, quizá también para levantar los cimientos de una vida que, por ahora, solo puede edificarse lejos. Porque si en casa faltan ladrillos, siempre quedará la mezcla… y la esperanza de, algún día, volver a construir lo propio.

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