Desde las playas de Punta Cana, la familia Veloz volvió a juntar sus piezas como si el tiempo no hubiera pasado. En una imagen que muchos cubanos anhelan repetir, tres generaciones de artistas -Coralita Veloz, sus hijas Tahimí Alvariño y María Carla Rivero, y hasta los nietos- compartieron unos días marcados por abrazos que sanan la distancia.
No es raro que una familia tan vinculada al arte y a la memoria afectiva del país despierte emociones. Lo que sí resulta extraordinario es verlas así, juntas, con el Caribe como escenario de un reencuentro que trasciende lo íntimo para convertirse en símbolo.
La cuenta de Facebook “La Casa de Maka”, administrada por la propia María Carla, dejó testimonio de esta esperada reunión. Desde allí, la también presentadora compartió fotos, videos y transmisiones que captaron la esencia de esos días: juegos familiares, paseos en barco, recitales improvisados y una profunda alegría colectiva.
En uno de los momentos más entrañables, la hija de Tahimí interpretó un tema de un artista colombiano, mientras su madre y Coralita recitaban versos con esa naturalidad que da el haber vivido entre escenarios. Fue una escena sin guion, pero cargada de belleza.
En una transmisión en vivo, María Carla dejó una frase que caló hondo entre quienes siguen su proyecto digital: “Todas las familias que están separadas por la emigración reciban la misma bendición que la familia Veloz, porque abrazarse, tocarse, besarse no tiene precio. La familia unida es una dicha que todos los seres humanos tenemos derecho de disfrutar en la vida”.
No faltaron otros rostros conocidos del clan: el esposo de María Carla, actor de la televisión cubana, Jean Michel Fernández, y su tío, Ramoncito Veloz, junto a su esposa. La reunión, más allá de su componente emocional, fue también una reafirmación del legado artístico que corre por las venas de esta familia.
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Los comentarios en redes no se hicieron esperar. Miles de cubanos, tanto en la isla como en la diáspora, celebraron la escena. Muchos compartieron su deseo de que reencuentros así se multipliquen, en especial en estos tiempos marcados por la separación, el extrañamiento y los silencios forzados.
La familia Veloz, con décadas de presencia en la escena cultural cubana, no solo deja huella por su trabajo frente a las cámaras o sobre el escenario. También conmueve por su capacidad de reunirse, de reconstruirse, de recordarle a un país que, pese al exilio, al dolor y a las fronteras, aún es posible encontrarse.
