El asesinato de una joven madre en la localidad de Torriente, municipio de Jagüey Grande, provincia de Matanzas, ha generado una oleada de indignación y dolor que se suma a la creciente preocupación por la violencia de género en Cuba.
La víctima, identificada como Yamila Zayas, murió tras recibir múltiples heridas de arma blanca propinadas presuntamente por su pareja en la noche de este sábado, en un acto que, según testimonios, habría estado “motivado por celos”.
El hecho ha dejado a tres niñas huérfanas y a toda una comunidad sumida en la conmoción. Vecinos y familiares exigieron justicia inmediata y pidieron que el caso no quede en la impunidad, como temen que pueda ocurrir en un contexto donde la transparencia de las investigaciones suele ser cuestionada.
La noticia, confirmada por una fuente comunitaria y difundida por el medio independiente La Tijera, reaviva la presión social hacia las autoridades para que ofrezcan respuestas concretas frente a un problema que sigue cobrando vidas de mujeres en la isla.
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El feminicidio de Jagüey Grande ocurre pocas semanas después de que el Observatorio de Alas Tensas (OGAT) y la plataforma Yo Sí Te Creo en Cuba (YSTCC) verificaran tres asesinatos de mujeres en Holguín y Matanzas, cometidos entre julio y agosto de este año.
Las víctimas fueron identificadas como Damaris Ricardo Martínez, Dayli Villa Ortiz y Yolennis Rojas Rojas. Con esos hechos, la cifra de feminicidios documentados en 2025 ascendió a 30, un número que refleja tanto la magnitud del fenómeno como las limitaciones del sistema oficial para prevenir y atender la violencia de género.
En paralelo, activistas feministas y colectivos ciudadanos han denunciado que el Estado carece de una ley integral contra la violencia de género, reclamo que lleva más de una década sin respuesta. El silencio de las autoridades frente a estos crímenes contrasta con la capacidad de la sociedad civil independiente para registrar y visibilizar los casos, aun bajo condiciones de vigilancia y hostigamiento. Este vacío institucional obliga a familiares y vecinos a alzar la voz en plataformas digitales, donde los pedidos de justicia se multiplican y donde cada caso adquiere resonancia nacional.
Los feminicidios en Cuba no se limitan a cifras o estadísticas; tienen consecuencias profundas en el entramado social. En Jagüey Grande, la muerte de Yamila deja un hogar devastado y tres niñas enfrentando un futuro marcado por la ausencia materna. Desde otra perspectiva, cada crimen de esta naturaleza erosiona la confianza de las comunidades en la capacidad del Estado para proteger a sus ciudadanas y fortalece la percepción de impunidad.
Especialistas advierten que los feminicidios no son hechos aislados, sino parte de una dinámica estructural que combina desigualdades de género, falta de mecanismos legales efectivos y una cultura patriarcal persistente. La reacción inmediata de la comunidad de Torriente, que exige justicia y acompañamiento para las hijas de la víctima, muestra que la sociedad no permanece indiferente. Sin embargo, el impacto de estos reclamos dependerá en gran medida de la respuesta institucional, que hasta el momento ha sido insuficiente.
El feminicidio de Yamila se convierte así en un nuevo recordatorio de una urgencia nacional. En lo que va de 2025, las plataformas independientes han documentado un promedio de más de tres mujeres asesinadas cada mes en Cuba por razones de género.
