El actor Jeremy Renner ha tomado una posición pública para rechazar las graves acusaciones que la directora Yi Zhou le hizo recientemente: según Zhou, Renner le envió imágenes explícitas no solicitadas, la habría amenazado con involucrar a la Immigration and Customs Enforcement (ICE), y ejercido un comportamiento agresivo que ella catalogó como acoso sexual, recoge Entertainment Weekly.
El equipo legal de Renner argumenta que la historia es “completamente falsa y sin fundamento”, que solo hubo un encuentro breve y consensuado en julio de 2025 y que a partir de ahí Zhou habría enviado mensajes no deseados insistentes.
Zhou, por su parte, publicó en Instagram capturas de pantalla de conversaciones y relació el episodio con una “desigualdad de poder” que aún pesa en la industria cinematográfica. Según sus publicaciones, la situación derivó en que ella se sintiera obligada a aceptar una narrativa distinta a la que quería llevar como cineasta.
La controversia adquiere varios matices: por un lado el prestigio de un actor conocido por sus roles en franquicias de alto perfil, por otro la voz de una directora que reclama agencia, protección y visibilidad. En medio de ese choque está la dinámica entre fama, medios, imagen pública y lo que ocurre detrás de cámaras. La naturaleza de las acusaciones —imágenes no solicitadas, amenazas de inmigración— introduce elementos que trascienden lo profesional y entran en lo personal y patriarcal.
Legalmente, el asunto podría derivar en demandas por difamación o acoso, y ambas partes ya se preparan. Mientras ello ocurre, Renner continúa con proyectos públicos; la directora, en cambio, ha activado redes sociales para movilizar respaldo y visibilizar su versión. La delgada línea entre consentimiento, poder y fama vuelve a estar en el foco.
Este caso pone en evidencia que, incluso en Hollywood, los titulares de éxito no eliminan los riesgos de exposición que conllevan las relaciones personales, profesionales e íntimas. Cuando las piezas se mueven en el escenario de la fama, se tensiona lo que queda detrás del glamour. El tempo lo marca ahora la investigación mediática, jurídica y pública.
