Cuba entra en una fase crítica del chikungunya y, otra vez, la respuesta oficial llega tarde y a contrapié. En una reunión “de alto nivel” con Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero, expertos del sistema de Salud expusieron lo que ya sufre la gente en la calle: un virus que golpea con especial dureza a la población pediátrica y que coloca a embarazadas y neonatos en el centro del riesgo.
La jefa del Grupo Nacional de Neonatología, Tania Roing Álvarez, recordó que para perfilar la caracterización clínica del chikungunya en Cuba hubo que empezar mirando fuera —“en Cuba no existían antecedentes”— y confirmó los puntos sensibles que el país no puede seguir ignorando: transmisión vertical (de madre a hijo si la gestante está en viremia durante el parto), contagio por vector y posibles cuadros graves en recién nacidos.
Las manifestaciones no se quedan en la fiebre: alteraciones neurológicas, dermatológicas, respiratorias, hematológicas, cardiovasculares y gastrointestinales están sobre la mesa y con “peligro real para la vida” en los más pequeños.
La pediatra infectóloga Ileana Álvarez Lam presentó una estrategia en tres etapas (identificar manifestaciones por edades, reconocer signos de alarma y aplicar un algoritmo clínico pediátrico). A las familias se les pide vigilancia estrecha ante irritabilidad, somnolencia, cambios en las deposiciones, rechazo del alimento y distensión abdominal. Es decir, prevención doméstica mientras el sistema intenta ponerse al día.
Por su parte, la directora nacional de Atención Primaria, Yagen Pomares, anunció medidas que suenan conocidas en cada brote: “entornos y viviendas seguros” para gestantes y lactantes, ingreso en hogares maternos desde la semana 37 con Biomodulina t, seguimiento diario a neonatos y puérperas, y chequeo de protocolos por “grupos de expertos” que recorren provincias. La teoría es prolija; la práctica, históricamente, otra cosa.
Los modelos matemáticos expuestos por Raúl Guinovart no dejan margen a la autocomplacencia oficial: «Los modelos, que tienen en cuenta la interacción entre los focos y las personas enfermas, a partir del análisis de datos proporcionados por el Ministerio de Salud Pública, coinciden con todo lo que está sucediendo». En claro: hay pico epidémico y crecen las arbovirosis, por lo que toca reforzar el control del vector.
Díaz-Canel, de nuevo, llamó a “priorizar” prevención y control “con mayor inteligencia y efectividad”. El libreto es viejo: admitir el problema cuando ya es pico y pedir rigor a un sistema que llega con recursos cortos y plazos largos. Mientras tanto, los más frágiles —bebés y embarazadas— pagan la factura de una respuesta que el propio parte técnico reconoce como reactiva.
