Secuestro de activista Lara Crofs confirma palabras de Fernándo Perez: con esa gente, no hay diálogo posible

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Este episodio se suma al creciente descontento y al eco cultural que exige una apertura real y efectiva en Cuba. Mientras figuras como Fernando Pérez y la activista conocida en redes sociales como Lara Crofs sigan alzando su voz, el conflicto entre una voluntad cultural independiente y un Estado impermeable al cambio continúa sin visos de reconciliación.

Bajo ese entendimiento, queda claro: con esa gente, diálogo no hay.

La activista cubana Yamilka Lafita Cancio, conocida en redes como Lara Crofs, fue detenida este lunes en La Habana, en lo que sus amigos denunciaron como una acción represiva claramente dirigida, y un secuestro.

Según el testimonio de Jorge Fernández Era —a quien Lara acompañaba minutos antes de ser arrestada—, ella acudió a la estación policial de Infanta y Manglar junto a Laideliz Herrera Laza; luego, permaneció a su lado en la unidad de Santos Suárez por casi dos horas.

Cuando finalmente salió, alrededor de las 6:00 p.m., subió a un carro que la esperaba en plena calle. Apenas diez minutos después, Daniela Peral —compañera de Lara— informó que un carro patrullero aguardaba en la esquina, en Zapotes y Flores, y que procedieron a detenerla.

Desde entonces, su paradero fue desconocido por horas. Muchos calificaron el acto como un “secuestro silencioso” ─un claro ejercicio de intimidación por parte del aparato represivo (Departamento de Seguridad del Estado, Policía Nacional Revolucionaria y colaboradores locales).

Horas después, Lara comunicó desde casa que se encontraba bien, aunque con un esguince de grado 2 en el tobillo derecho, producto de un empujón injustificado por parte de un patrullero cuando se resistió a entrar en la patrulla sin fundamento legal alguno. Afirmó que se le aplicó hielo y que tras un reposo podrá compartir más detalles, subrayando que la represión no detendrá su voluntad de luchar por la libertad y la dignidad. “Seguimos”, concluyó, fortaleciendo su imagen como “mujer libre” y comprometida en la defensa de los derechos civiles, junto a quienes la apoyan, entre ellos Jorge Fernández Era.

El suceso desató una intensa ola de reacciones en redes sociales. Usuarios como Eduardo Díaz Delgado denunciaron una “detención arbitraria” y el silencio cómplice de muchos; Zea Gisselle calificó los sucesos como criminalización de la amistad y la empatía, subrayando que “eso fue secuestro”. Otros celebraron su regreso a casa, como José Luís Tan Estrada: “Mi hermana, Lara Crofs, ya está en casa”. Estas expresiones reflejan el hartazgo que genera la represión selectiva y la complicidad del silencio en el entorno cubano.

El eco de Fernando Pérez y la imposibilidad del diálogo

Este episodio confirma, de manera dolorosa, lo que el prestigioso cineasta Fernando Pérez expresaba apenas unas horas antes de lo sucedido con la activista, en su reciente aparición en el podcast La Sobremesa de La Joven Cuba: “Con esa gente, no hay diálogo posible”. Para Pérez, la política cultural oficial cubana se caracteriza por la censura, la exclusión de jóvenes y el silencio de voces críticas y emergentes. La detención de Lara Crofs, basada en su simple acto de acompañamiento a un amigo, sin aviso ni causa legal comprobable, es una manifestación clara de esa imposibilidad de comunicación y reconocimiento mutuo entre la sociedad civil y el Estado cubano.

Pérez señaló también que el cine, como otros ámbitos creativos, ha sido fracturado entre lo institucional tolerado y lo independiente marginado. La creación de una Asamblea de Cineastas, que reclamaba libertad de expresión e inclusión, fue una chispa de esperanza que terminó siendo ignorada institucionalmente, obligando a que su resistencia fuera virtual y clandestina.

“La voluntad de diálogo ya no existe”, afirmó Pérez, y lo vemos reforzado cuando la cautela no basta para evitar detenciones arbitrarias como la de Lara Crofs.

Para el cineasta, este tipo de incidentes no son solo represiones aisladas, sino símbolos de un Estado que responde con fuerza y silencio ante cualquier reclamo o posibilidad de encuentro. En su visión, el agotamiento del diálogo institucional —sustentado en principios— ha dado paso a una confrontación simbólica: coexistencias silenciadas, asambleas ignoradas, arte marginado y voces apagadas. Lara Crofs y sus acompañantes sufrieron esa realidad en carne propia.

Un párrafo especialmente dedicado a las clarias cibernéticas

De acuerdo con las definiciones de la Real Academia Española, una detención supone la privación de libertad por parte de la autoridad competente en los casos previstos por la ley, mientras que un secuestro es la retención ilegal de una persona contra su voluntad.

En el caso de Lara Crofs, no se le notificó delito ni causa alguna, fue obligada a subir a un carro patrullero mediante la fuerza y permaneció retenida sin proceso legal. Lo sucedido, por tanto, no puede describirse como una detención legal, sino como una detención arbitraria que, en términos estrictos, se ajusta más a la definición de secuestro cometido por agentes del Estado.

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