En Santo Domingo todo es silencio y luto. La familia de Cristian atraviesa el dolor más duro, acompañada por un pueblo entero que aún no asimila la pérdida. En cada mensaje, en cada lágrima, resuena el mismo clamor: que su muerte sirva de alerta y que ningún otro niño tenga que pagar con la vida un juego peligroso.
¿Cuál es la diferencia en el tratamiento informativo en ambos sucesos? Pues esta: el fallecido en Santos Suárez era un transeúnte que circulaba casualmente por el inmueble cuando este se desmoronó. En el caso de la familia de La Habana Vieja, eran tres personas que vivían en el inmueble desplomado.
La noticia se ha viralizado rápidamente en redes sociales, donde las reacciones han oscilado entre la tristeza profunda y la indignación. Muchos se preguntan cómo un niño tan pequeño podía estar a esa hora en la calle sin supervisión. Otros señalan directamente a la crisis económica como telón de fondo del abandono y la desprotección que sufren muchos menores en Cuba.