Las cifras aportadas por la funcionaria han sido puestas en duda por los cubanos en redes sociales, dado que los hospitales y centros médicos presentan una gran cantidad de pacientes con síntomas de chikungunya que no pueden ser diagnosticados eficazmente por falta de insumos específicos para determinar el virus,
Una denuncia hecha por la activista Irma Lidia Broek sobre el modo en que se manipula y esconde la verdad, prendió entre sus seguidores porque conectó con lo que muchos viven a diario: hospitales colapsados, médicos obligados a recetar agua y té a enfermos con fiebre alta, vómitos y diarreas, y certificados que nunca dicen la palabra prohibida.
La Cruz Roja Cubana confirmó que está operando en estrecha coordinación con el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) para contener un “brote complejo” de...
El colapso hospitalario no es un fenómeno aislado. Lo que ocurre en Cienfuegos se replica en Villa Clara, Holguín y Guantánamo, donde las ambulancias escasean y los entierros improvisados se vuelven habituales. La crisis sanitaria se entrelaza con un brote epidémico —posiblemente de dengue o leptospirosis— que el gobierno evita reconocer. Médicos cubanos en redes alertan sobre hospitales sin antibióticos, sin oxígeno y sin electricidad durante horas críticas.
La solución real no está en las cáscaras, está en el presupuesto, en la ciencia, en el control vectorial, en la transparencia, en el abasto. Movilizar fumigación constante, revisar aguas, eliminar criaderos, formar comunidad. Todo lo que nunca va incluido cuando el discurso oficial propone aromatizar el humo.
La muerte de la bebé en Matanzas —atribuida por testigos a “una bacteria”, aún sin confirmación oficial— ocurre mientras crece el clamor por datos verificables: qué patógenos están circulando, cuántos casos graves y fallecidos hay, qué recursos faltan y qué acciones concretas toma la autoridad sanitaria para descomprimir terapias y proteger a los más vulnerables. En un escenario de hospitales saturados, transparencia y protocolos pueden hacer la diferencia entre el miedo y la confianza, entre la rumorología y la información que salva vidas.
“No hay muertos, porque los muertos solo le duelen a quienes los pierden”, escribe, con amarga ironía, desmintiendo así las declaraciones del Ministro de Salud Pública, y las de las máximas autoridades del Partido Comunista de Cuba y el Gobierno en la provincia, recogidas como papagayo oficialista amaestrado por el Periódico Girón.
En la avalancha de testimonios hay diferencias de tono —desde la indignación frontal hasta la crítica propositiva—, pero converge un hilo conductor: el reclamo de acciones visibles y sostenidas que ataquen las causas inmediatas de la transmisión. La lista se repite: recogida diaria de desechos, control de salideros y fosas, fumigación intradomiciliaria sistemática, abatización, protección a escuelas y ancianos, y abastecimiento básico de medicamentos y diagnósticos.
El caso del hospital “Marie Curie” es presentado como símbolo de un patrón de abandono institucional: mientras el Estado invierte en hoteles y torres de lujo, los enfermos de cáncer sobreviven sin medicinas ni condiciones básicas. Para los familiares, la indignación se resume en una pregunta reiterada: ¿hasta cuándo el pueblo tendrá que pagar con su vida la indiferencia de quienes gobiernan?
En pocas jornadas, la nación ha visto partir a profesionales que representaban décadas de experiencia y entrega. Sus muertes, más allá del dolor inmediato, dejan interrogantes sobre la capacidad de las instituciones para suplir vacíos humanos y profesionales en un contexto ya marcado por la migración y la falta de personal especializado. Este fin de semana, el luto no fue solo de familias y amigos: fue un duelo colectivo para la pedagogía, la medicina y la academia cubanas.
Occhiuto había insistido desde el inicio que los médicos cubanos contratados a través de un acuerdo con la empresa estatal cubana CSMC recibían íntegramente el salario prometido por las autoridades italianas; pero al comprobarse que no, dimitió.