Mientras continúan las tareas de rescate y la solidaridad ciudadana se organiza por múltiples vías, la prioridad debería ser localizar al protagonista —sin invadir su privacidad— para canalizar apoyos concretos: vivienda, enseres, alimentos, medicinas. La buena noticia, repetida por quienes conocen la zona, es que el hombre está vivo. Y la lección, para todos, es nítida: en medio del lodo y el rumor, la verdad también hay que rescatarla.
Mientras Moscú calla y La Habana niega, los videos de prisioneros cubanos en el frente y los testimonios de familias que no saben dónde están sus hijos dibujan una historia difícil de desmentir: la de una diáspora empujada por la miseria y atrapada en una guerra ajena.