Ha resurgido en las redes un suceso ocurrido en el 2022, pero que expone, con todo lujo de detalles, cómo en cuestión de segundos, la rutina de una tarde de enero para dos policías se convirtió en una carrera contra la muerte.
Aconteció el 9 de enero de 2022, en una esquina cualquiera del partido bonaerense de San Miguel, cuando una madre desesperada salió a la calle con su hija de apenas 15 meses en brazos. La beba no respiraba. Se estaba ahogando y, en esos primeros instantes de pánico, el mundo parecía haberse detenido.
A pocas cuadras de allí, una patrulla de la Policía Municipal circulaba como cualquier otro día. A bordo iban Laura Pagani, oficial de la Policía Bonaerense, y Diego Villegas Carrizo, conductor del móvil. Lo que sucedió después fue captado por la cámara interior del vehículo y daría la vuelta al país: en 93 segundos, estos dos agentes pusieron todo lo que sabían —y también lo que sentían— al servicio de una vida pequeña, frágil y al borde del colapso.
Pagani no dudó. Subió a la beba al asiento delantero, la recostó en sus piernas y comenzó a practicarle maniobras de reanimación cardiopulmonar mientras Carrizo aceleraba su auto patrulla hacia el Hospital Larcade, ubicado a menos de diez cuadras. El sonido de la sirena, los gritos por radio pidiendo asistencia urgente, el cuerpo inmóvil de la niña, las manos firmes pero temblorosas de una mujer que, como dijo después, «se olvidó que era policía y solo pensó como mamá».
Cuando faltaban unos metros para llegar al hospital, la beba volvió a respirar. Lloró. Y ese llanto, ensordecedor para quienes estaban en ese patrullero, fue un alivio inmenso. En el Larcade la estabilizaron, y esa misma noche recibió el alta médica.
En los días que siguieron, el video del rescate se hizo viral. Hubo aplausos, notas en televisión, reconocimientos institucionales y muchas palabras bonitas. Pero también hubo algo que quedó más allá de los titulares: la demostración clara de que la formación salva vidas, de que el RCP no es una formalidad en un curso de capacitación, sino una herramienta vital que puede marcar la diferencia entre la tragedia y el milagro.
El video, sacado una vez más a la luz hace apenas unas 13 horas, por una página que apenas cuenta con 50 mil seguidores, acumula ya 12 millones de visualizaciones, mas de 2 mil comentarios y 53 mil reacciones.
Hoy, más de tres años después, no se conocen detalles sobre el presente de aquella niña. Su nombre nunca fue difundido, y su familia eligió el silencio. Pero es probable que, en algún rincón de San Miguel, una niña juegue sin saber que un día su vida pendió de un hilo, y que dos uniformados —casi anónimos— se convirtieron en sus héroes.
Y es también probable que Laura Pagani y Diego Villegas Carrizo, ya sin cámaras ni medallas, sigan trabajando como aquel día: atentos al ruido del barrio, listos para salir, aunque no sepan si volverán con las manos vacías o con una vida en los brazos.
tal vez quieras leer: Trump podría estar evaluando un cambio en la política hacia Cuba
