Tres muertes golpearon al mundo del espectáculo y las redes en los últimos días, unidas por el hilo común de la despedida y por la forma en que sus trayectorias dejaron marcas visibles en generaciones distintas.
La actriz Sally Kirkland, nominada al Oscar por su protagónico en la película independiente “Anna” (1987), murió a los 84 años el martes 11 de noviembre de 2025 en una casa de cuidados paliativos de Palm Springs, tras un periodo de deterioro que incluyó demencia y otras complicaciones de Broadway, el cine experimental de la órbita de Andy Warhol y producciones de gran circulación 00como “JFK” o “Bruce Almighty”. Estudió con Lee Strasberg, ganó un Globo de Oro y, aun así, convivió con0 los límites de una industria que durante décadas encasilló a las mujeres maduras y de carácter.
Su muerte fue confirmada por medios como Associated Press y People, que precisaron la fecha y el contexto clínico de sus últimos meses. Amigos y colegas la recuerdan por la intensidad con la que asumía cada papel y por su activismo espiritual y social.
En el terreno de la música, el cierre de una biografía igualmente influyente llegó con las conclusiones forenses sobre Ace Frehley, guitarrista fundador de Kiss, fallecido a los 74 años en octubre.
Un informe del médico forense del condado de Morris, en Nueva Jersey, determinó que la causa de la muerte fueron lesiones contundentes en la cabeza provocadas por una caída, y que el deceso se clasificó como accidental.
La autopsia detalla fracturas faciales y otras lesiones compatibles con un impacto severo, despejando rumores y devolviendo el foco a una carrera que ayudó a definir la teatralidad del hard rock setentero. Frehley, icono de la guitarra con maquillaje de “Spaceman”, deja un legado de riffs abrasivos y un sonido que moldeó a incontables bandas posteriores. La confirmación oficial del resultado de la autopsia fue reportada por medios como Los Angeles Times y The Hollywood Reporter, que también consignaron el carácter accidental del hecho.
A la par de estas despedidas en la industria tradicional, el ecosistema digital de la cultura popular se estremeció con la noticia de la muerte de Michael Duarte, conocido en redes como FoodWithBearHands.

El creador de contenido, de 34 años, falleció el sábado 8 de noviembre en Texas en lo que su familia y su agencia describieron como un “horrible incidente”.
Con más de dos millones de seguidores repartidos entre TikTok, Instagram, Facebook y YouTube, Duarte convirtió la cocina —especialmente la barbacoa— en un puente hacia la comunidad: compartía recetas, donaba comidas y hablaba sin adornos de sus batallas personales, incluida la salud mental y la recuperación tras rehabilitación. Su muerte ocurrió apenas tres días después de celebrar su noveno aniversario de bodas con su esposa, Jessica; le sobrevive también su hija, de seis años. Fuentes como People y The Times of India detallaron el suceso y el esfuerzo de allegados por apoyar a la familia en los trámites y gastos posteriores.
Más allá de las diferencias de época y formato, las tres historias dialogan entre sí por lo que revelan del oficio y la visibilidad. Kirkland encarna la persistencia de una actriz de método que, entre lo independiente y lo comercial, peleó por un espacio propio y dejó una filmografía de más de 250 créditos. Frehley representa el poder de la imagen y el espectáculo como extensiones del sonido: sin su figura, el mito de Kiss no tendría la misma arquitectura ni la misma electricidad. Duarte es el espejo de un presente en el que la cocina filmada en clave íntima, con manos a la vista y parrillas encendidas, puede convocar a millones y transformar la biografía de un cocinero en relato compartido.
Las muertes, comunicadas entre el 8 y el 11 de noviembre, llegan mientras Hollywood, la música y la economía de los creadores atraviesan un ciclo de revisión sobre cuidados, seguridad y redes de apoyo. En los casos de Kirkland y Duarte, la comunidad se ha movilizado para cubrir gastos y rendir homenajes; en el de Frehley, el dictamen forense zanja especulaciones y subraya la fragilidad de lo cotidiano. La memoria, en los tres frentes, se sostiene en lo que sus obras inspiran: una actuación que abrió cauces para el cine independiente, una guitarra que forjó el molde de un género, y una cámara casera que hizo de la comida un acto de compañía.





