El creador de contenido cubano Jorge Batista, mejor conocido como Ultrack, volvió a colocarse en el centro de la conversación digital este fin de semana, aunque esta vez no por uno de sus habituales debates políticos o transmisiones intensas, sino por un incidente que terminó con varias patrullas de la policía de Miami frente a su casa. Todo ocurrió en plena batalla de TikTok, un formato que, como saben bien los usuarios de la plataforma, suele desatar gritos, retos, música a tope y una energía casi frenética capaz de poner de punta los nervios del vecindario más tranquilo.
La escena fue documentada por su pareja, la influencer cubana Claudia Artiles, quien compartió un video en redes sociales mostrando al menos cuatro patrullas y a varios agentes rondando la vivienda. “La batalla de Ultrack en el live fest de TikTok”, escribió con evidente ironía. En los comentarios, Claudia agregó que los policías “eran chéveres”, que “todos eran cubanos” y que, una vez entendieron que no se trataba de una pelea real sino de los habituales alaridos de una competencia de TikTok, se retiraron sin mayores complicaciones.
Entre ambos, la escena terminó en risas. Para la audiencia, no tanto. Las reacciones en redes sociales fueron casi unánimes en su tono crítico. El despliegue policial, sumado al estruendo de la transmisión, abrió la puerta a un debate que reaparece cada cierto tiempo en comunidades de migrantes: el choque cultural entre la informalidad del “solar cubano” y las normas estrictas de convivencia en Estados Unidos.
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“¿Y a ustedes les da gracia eso?”, cuestionó una usuaria. Otra lanzó una advertencia directa: “Ya no están en Cuba… no todos viven del TikTok; hay quienes tienen que trabajar al otro día y necesitan dormir”. No faltaron los comentarios que apelaron a la situación migratoria: “Le puede costar caro como está la cosa con las deportaciones”. Hubo incluso vecinos virtuales que se sintieron representados: “Yo tengo una sobrina que se está mudando porque un vecino tiktoker no la deja dormir con las batallas”.
Más allá del choteo cubano que acompañó el video original, el episodio expone un fenómeno cada vez más visible: las batallas de TikTok se han convertido en una especie de deporte digital, donde creadores compiten por regalos virtuales, ingresos y ranking… pero al precio de subidas de volumen, gritos, arengas y una intensidad que, fuera de la pantalla, puede ser interpretada como una riña doméstica o un disturbio.
Para algunos, Ultrack simplemente estaba haciendo su trabajo en un espacio que le exige ruido, energía y show. Para otros, se trató de una falta de consideración hacia quienes comparten su entorno físico, un recordatorio de que en Miami también se aplican reglas, aunque quien grite sea un influencer querido por miles.





