Las imágenes, difundidas en redes sociales, muestran cómo un grupo de personas inmoviliza al supuesto delincuente mientras se escuchan gritos de indignación y comentarios de apoyo a la acción ciudadana.
Lo sucedido el 5 de julio no es un simple ataque vandálico: es un reflejo del descontento de un país al borde del estallido social, donde hasta los cajeros se convierten en blanco de ira y desesperación. Las autoridades bancarias, por su parte, alertan que estas acciones solo profundizan la crisis y prolongan el sufrimiento de todos.