No son casos aislados, sino escenas de una misma película: una sociedad agotada, donde sobrevivir se ha vuelto deporte de alto riesgo y donde, demasiadas veces, el enemigo no está solo en el poder ni en las medidas externas, sino también en el vecino que vende agua por aceite o en el primo que se esfuma con el dinero prestado.
La protagonista, la española Ana Hurtado —activista afín al régimen, autodefinida durante años como “actriz y periodista”— contó que quiso pagar toda la cuenta por Transfermóvil, pero le exigieron mitad en efectivo y mitad por transferencia. Como no llevaba cash, se quedó sin cenar.