En el noveno aniversario de la muerte de Fidel Castro, Cuba amaneció entre rituales oficiales en Candelaria y una realidad marcada por apagones, calor insoportable y una invasión de mosquitos. Mientras unos celebraban la mística revolucionaria, otros solo pensaban en sobrevivir a otra noche sin luz ni descanso.
Esas pequeñas historias, dispersas por la Isla, son la parte más humana de este momento. No son propaganda ni denuncia formal. Son fragmentos de vida que sobreviven a la estadística. Y, al final, son las que explican de verdad cómo vive un país.