En tiempos donde la desconfianza y el oportunismo suelen ganar terreno, casos como el de Julia y Antonella recuerdan que aún existen personas que actúan movidas por principios y no por intereses materiales. Que la recompensa haya sido simbólica no le resta mérito a su acción; por el contrario, refuerza el mensaje de que la honestidad no debería tener precio.