La pregunta de si al caer Venezuela “cae” Cuba tiene fundamentos concretos en los lazos de dependencia energética, militar y diplomática. Que Cuba sobreviva a una eventual crisis venezolana depende en gran medida de su capacidad de diversificar alianzas, reducir vulnerabilidades y revertir la senda de suministro decreciente que hoy marca su horizonte.
La figura de Díaz-Canel, que nunca llegó a despertar entusiasmo genuino, parece ahora el punto de convergencia del hartazgo. La torpeza de su respuesta a la anciana no es una anécdota, sino un símbolo: en la Cuba del 2025, el poder habla sin escuchar y pretende empatía con discursos mientras el pueblo exige hechos.
Nada de lo que pueda decir el oficialismo sobre cargamentos de ayuda logran borrar el contraste entre los anuncios y escenas como estas: una madre en Holguín pidiendo solo comida para cuatro niños, una anciana tirada sobre un amasijo que debería ser un colchón, comunidades enteras aún esperando algo tan básico como una cama y un techo seco.
En Cuba, las crisis no sorprenden. Lo único que sorprende es que sus dirigentes sigan convencidos de que tienen derecho a administrarlas después de haberlas ignorado durante meses.
La propuesta, presentada en Miami por el diputado ucraniano Maryan Zablotskiy, incluye el envío a Cuba de los cuerpos de 41 nacionales identificados como muertos en combate del lado ruso, y condiciona la salida de prisioneros a un gesto simultáneo del régimen hacia parte de los más de mil encarcelados por motivos políticos en la isla.
La expectativa ahora es doble: que las brigadas y donativos anunciados lleguen con prontitud y que la promesa de “atender a todos” se acompañe de decisiones operativas visibles, auditables y comprensibles para el barrio que aún seca la guata de su colchón al sol. Mientras tanto, el video sigue circulando y los comentarios se acumulan con una mezcla de rabia, decepción y propuestas muy concretas para resolver algo tan básico como el descanso de una familia.
En ese cruce de crisis —energética, económica y de servicios— el debate sobre nombres propios resulta insuficiente. Ni las esponjas de Villa Clara ni la promesa de “mirar a China” cambian un dato: el sistema generador opera agotado, la disciplina fiscal se resiente y las divisas que entran buscan refugio en la especulación de un mercado informal que fija el precio de la supervivencia. El reclamo ciudadano, traducido en ese “no es el ministro, es el sistema”, exige más que renuncias: pide transparencia, prioridades claras y un giro de política que deje de administrar escasez y empiece a producir certezas.
Mientras la Cruz Roja vietnamita presume de una campaña masiva, la presencia de Lis Cuesta Peraza en la gira asiática —con escala en Hanói— abrió un hilo paralelo de atención por sus gustos “fancy”. Medios digitales y cuentas de verificación de marcas identificaron accesorios y prendas de alto costo en varias apariciones: un teléfono plegable Samsung Galaxy Z Flip, gafas de sol de Dolce & Gabbana y relojes de firmas como Cartier o Aigner, señalados en notas y reseñas que circularon durante las paradas en Vietnam y China.