No son casos aislados, sino escenas de una misma película: una sociedad agotada, donde sobrevivir se ha vuelto deporte de alto riesgo y donde, demasiadas veces, el enemigo no está solo en el poder ni en las medidas externas, sino también en el vecino que vende agua por aceite o en el primo que se esfuma con el dinero prestado.
El trágico suceso ocurre en medio de una oleada de violencia y tensión social, agravada este año por la escasez de bienes básicos y apagones generalizados