los forenses encontraron no solo restos de comida sin digerir, sino también elementos extraños: cáscaras de huevo y plumas en el estómago del menor, señal de que el pequeño había estado ingiriendo objetos sin supervisión. Esos hallazgos ya sugerían negligencia, pero la pieza definitiva llegó con el informe toxicológico.
El profesor guantanamero Rolando Castellví fue asesinado mientras cumplía su turno de guardia en la Escuela Vocacional de Guantánamo. Según denuncias ciudadanas difundidas por NiO Reportando un Crimen, el presunto autor es un joven de 19 años, alumno del centro. El caso reabre el debate sobre la violencia y el abandono institucional en las escuelas cubanas.
El proceso judicial no era nuevo para él. En 2015, un jurado ya lo había condenado a muerte por el mismo crimen, también con una votación 9 a 3, pero la sentencia fue anulada por cambios constitucionales relacionados con la aplicación de la pena capital en Florida. Esta vez, los fiscales insistieron en que la violencia del ataque —y el hecho de que Andrés ya era un asesino convicto— justificaba la ejecución. Recordaron que en 1987 él había matado a puñaladas a Linda Azcarreta, amiga de su esposa, un crimen por el que apenas cumplió 18 meses de prisión tras declararse culpable.
En el año 2000, un jurado lo condenó a cadena perpetua por supuestamente apuntar con un arma a un hombre y robarle su anillo de bodas y una cadena de oro. Desde entonces, Hutchinson repitió una y otra vez que no había sido él. Dos décadas más tarde, esa insistencia terminó por encontrar eco: la Fiscalía de Broward derivó su petición al Innocence Project of Florida, organización que ha conseguido la libertad de decenas de presos a partir de nuevas pruebas o revisiones de casos antiguos.
Una trabajadora cubana del sector estético en el área de Miami, identificada como Eliany Collazo Llosa (en otros medios identificada como Eliana Collazo), fue...
De ser hallado culpable de los cargos más graves —que en algunos relatos fiscales incluyen amenaza escrita y conspiración— el músico enfrenta penas que van desde varios años de prisión hasta posibles condenas de máximo término bajo las leyes de Florida para amenazas de muerte y delitos conexos, según el pliego adelantado por la fiscalía.
Esta historia deja preguntas abiertas que trascienden su caso: ¿qué estándar humanitario se aplica a quienes han pagado sus cuentas con la justicia y buscan rehacer su vida?, ¿qué coordinación real existe entre Washington, La Habana y Ciudad de México para evitar que la “solución” sea internar a una persona en un tercer país donde no tiene absolutamente nada? Por ahora, para Pedro, la respuesta es sobrevivir un día más, sin hacer ruido, mientras intenta que su historia no termine en el anonimato.
El caso de 1ra y 70 queda como síntoma y alerta. Detrás de las imágenes hay historias de ruptura familiar y carencias materiales que requieren algo más que retirar a los menores del jardín de un hotel: políticas sostenidas de protección, acompañamiento psicosocial y transparencia institucional para que la próxima foto no se repita unas cuadras más allá.
El caso ha despertado atención en el sur de Florida, donde las restricciones de viaje a Cuba y la falta de supervisión sobre operadores turísticos independientes continúan generando oportunidades para fraudes similares.
Los relatos, compartidos como publicaciones y fotografías, combinan descripciones médicas, testimonios de vecinos y reclamos por la inacción de las autoridades locales, y llegaron acompañados de un clamor por justicia que se repite en los comentarios.
El llamado busca no solo reabrir un expediente, sino rescatar la memoria de una mujer que, como tantas, fue silenciada por la violencia machista y por un sistema que rara vez responde. Porque la justicia no puede tardar otros catorce años. Cada día sin respuesta prolonga el dolor y confirma una impunidad que, en Cuba, se ha vuelto costumbre.
Varios hechos reportados a través de las redes sociales enlutaron - enlutan - a decenas de familiares y amigos de víctimas que, en la mayoría de los casos, dejaron no a decenas, sino a cientos de personas consternadas.