La verdadera “smart city” cubana existe solo como artificio narrativo: una maqueta virtual sostenida por un poder que no acepta que el país está en su peor momento energético en décadas. La Habana real sigue ahí, con sus sombras, sus ruinas, su olor a cables quemados cuando vuelve la electricidad de golpe. Una ciudad que funciona por hábito, no por diseño; por resistencia, más que por planificación.
Si estabas pensando irte de Miami, tal vez valga la pena esperar. Entre el ruido político y el calor del asfalto, puede que esté gestándose una versión más sólida de la ciudad: una que combine oportunidad, innovación y una dosis de optimismo que, aunque a veces parezca ingenua, sigue siendo parte esencial de su identidad.
Lo que comenzó en 1992 como un simple rediseño del puente que conecta el downtown con Watson Island terminó convertido en la obra del Signature Bridge, una estructura que debía estar lista en 2027 y que ahora, tras el más reciente aplazamiento, no verá su fin antes de 2029. Y la Flagler lleva 14 años arreglándose.