La crueldad de la jornada del 10 de septiembre no es un hecho aislado, pero sí constituye un punto de inflexión en la conversación pública. Por un lado, el asesinato de una figura nacional en un campus universitario impacta en la discusión sobre protección de oradores y libertad de expresión en recintos académicos ya atravesados por tensiones políticas. Por otro, un nuevo tiroteo en un colegio de Colorado —estado marcado por tragedias escolares— reaviva la urgencia de medidas preventivas que integren seguridad física, alerta temprana y apoyo psicosocial.