La incautación en Estados Unidos de un supertanquero con crudo venezolano destinado a Cuba amenaza con agravar la ya frágil situación eléctrica de la isla. Más allá del combustible para consumo interno, la pérdida del cargamento impacta una vía clave de obtención de divisas mediante la reventa de petróleo, en un contexto de crisis económica, apagones prolongados y creciente presión política sobre La Habana.
Cansados de los apagones y decididos a mirar su propio país desde otra perspectiva, Daniela García y Brian Nicolau emprendieron un recorrido en bicicleta por toda Cuba. Su proyecto, Cuba en Bici, ha reunido a miles de seguidores y ofrece un retrato franco —lo duro y lo hermoso— de una isla que pocas veces aparece en las narrativas oficiales. Entre baches, apagones, paisajes rurales y gestos de solidaridad, la pareja documenta un viaje que es también una búsqueda de sentido en medio de la crisis.
Cuba oficializó una redolarización parcial que reconoce el colapso del peso en medio de apagones, escasez y derrumbe productivo. Mientras el Estado busca controlar cada dólar que entra al país, los mangos se pudren en plantaciones estatales y las iglesias se llenan de personas que buscan refugio espiritual. Entre economía, abandono agrícola y fe, la isla vive un cierre de año marcado por la incertidumbre.
Qatar destinó 4,5 millones de dólares al PNUD para rehabilitar la infraestructura energética en tres provincias cubanas, un apoyo que llega en medio de apagones, hospitales deteriorados y una dependencia creciente del Gobierno de La Habana de fondos internacionales. Aunque la ayuda busca restablecer servicios esenciales afectados por un huracán, la ausencia de reformas profundas mantiene intacta la fragilidad del sistema y alimenta dudas sobre el impacto real de estas intervenciones en la vida de la población.
Aunque el Gobierno anunció que el Sistema Eléctrico Nacional quedó restablecido tras el colapso que dejó a oscuras a La Habana y varias provincias del occidente, entre la población el anuncio no genera alivio ni sorpresa. Con apagones diarios, protestas recurrentes y un deterioro estructural que ya nadie oculta, los cubanos sienten que cada reconexión es solo un respiro breve en una crisis que parece eterna. La confianza, perdida hace años, no vuelve con un parte técnico.
Un nuevo colapso del Sistema Eléctrico Nacional dejó a oscuras a La Habana y gran parte del occidente cubano, en otro episodio de una crisis energética que se repite desde hace dos años y que evidencia el deterioro estructural de la red y la falta de combustible.
La verdadera “smart city” cubana existe solo como artificio narrativo: una maqueta virtual sostenida por un poder que no acepta que el país está en su peor momento energético en décadas. La Habana real sigue ahí, con sus sombras, sus ruinas, su olor a cables quemados cuando vuelve la electricidad de golpe. Una ciudad que funciona por hábito, no por diseño; por resistencia, más que por planificación.
En ese cruce de crisis —energética, económica y de servicios— el debate sobre nombres propios resulta insuficiente. Ni las esponjas de Villa Clara ni la promesa de “mirar a China” cambian un dato: el sistema generador opera agotado, la disciplina fiscal se resiente y las divisas que entran buscan refugio en la especulación de un mercado informal que fija el precio de la supervivencia. El reclamo ciudadano, traducido en ese “no es el ministro, es el sistema”, exige más que renuncias: pide transparencia, prioridades claras y un giro de política que deje de administrar escasez y empiece a producir certezas.
De momento, todo apunta a un episodio donde el rumor corre más rápido que la información oficial. Lo responsable, para las autoridades, sería aclarar si se trata de ejercicios rutinarios, actualización de expedientes o algo más. Y para los convocados, exigir por escrito el motivo, la duración y el estatus de la citación. En un país exhausto por apagones y carencias, cualquier insinuación de “movilización” tiene un eco político y emocional difícil de contener.
La situación energética en Cuba es tan grave, que no hay corriente ni para echar a andar las plantas que mueven el agua dentro de las ciudades. A la falta de alimentos y electricidad se suma la carencia de agua.
Según un informe de Bloomberg, la empresa estatal Pemex aumentó los envíos desde los 16,800 barriles diarios en 2023 hasta más de 20,100 barriles diarios en 2024, cifra que continúa creciendo en 2025.